“Sus acciones para recuperar el control del partido han dejado la imagen de una lideresa que hará cualquier cosa para mantener su posición...”.,Encuestas recientes muestran una caída importante tanto en la aprobación de Keiko Fujimori como en su intención de voto hacia el 2021. Más importante, sus cifras de rechazo se mantienen muy altas para una candidata que en dos ocasiones ha perdido en segunda vuelta. Esta situación podría mermar sus posibilidades para el 2021 o que sea desbordada por nuevas opciones desde la derecha. Es muy pronto para concluir algo así. Pero vayamos por partes. Sí hay malas noticias para el fujimorismo en estas cifras. Su triunfo parlamentario ha permitido observar a Fuerza Popular “gobernando” desde un poder del Estado y la experiencia ha sido evaluada negativamente por un sector de la población. Ese grupo que tiene en el fujimorismo su “mal mayor”, un grupo que cruza ideologías y sectores sociales, ha confirmado todos sus juicios previos sobre los riesgos de un gobierno de Keiko. Las teorías conspirativas que guían su acción, el trato a ministros reformistas, el estilo prepotente de sus voceros o la elección de un patán como jefe de seguridad del Congreso, refuerzan esta imagen. Esos actos eclipsan mejores decisiones, como algunos gestos de Luz Salgado cuando presidió el Congreso o la elección de magistrados del TC que pueden no gustar a sus opositores, pero que están muy lejos de ser meros subordinados. Pero, además, el paso por el Congreso ha mostrado otras alianzas y limitaciones de un partido que pretende gobernar. Los intereses que representa son pequeños, sean agendas individuales de sus congresistas o de grupos con serios cuestionamientos. Más que representación, en sentido más general, el partido construye la imagen de gestor de intereses poco transparentes o incluso ilegales. Finalmente, las acciones y actitudes de Keiko desde su derrota también contribuyen a este desprestigio. Por ejemplo, sus acciones para recuperar el control del partido han dejado la imagen de una lideresa que hará cualquier cosa para mantener su posición, incluso recurrir a métodos que recuerdan el pasado montesinista. Todo eso tiene un costo y afecta una candidatura de Fujimori sin duda. Pero creo que es un error de sus opositores considerar que esto ya limita sus posibilidades en forma clara. Primero, muchas de estas acciones que incrementan el rechazo sirven para mantener como fieles a un grupo de votantes nada despreciable que aprueba estos valores y formas de acción. Y ese grupo hoy por hoy es una fuerza considerable en primera vuelta. Y lo son más si se observa la fragmentación de sus rivales. Izquierdas que se dividen por diferencias irreconciliables que desde fuera son risibles. Candidatos de centro que prefieren ir solos. Hay opciones distintas que no pueden estar juntas, de acuerdo. Pero en otros casos uno observa que más pesa el personalismo o la ceguera que el sentido común. Con muchos candidatos Keiko se hace más fuerte y con posibilidad de llegar a segunda vuelta con, digamos, 20% de intención de voto. Segundo, no hay que olvidar que Keiko ganó el conflicto interno y ha recompuesto su mayoría parlamentaria. Y así como gobernar el Congreso tiene costos, esta mayoría abre posibilidades para seguir metiendo presión a instituciones de control democrático y la prensa crítica. El fujimorismo cree que está construyendo lo que considera un mejor escenario electoral y, lamentablemente, en parte es cierto. Bajando la cabeza de sus opositores tendrá un contexto más amigable. Y considero que esta actitud se puede mantener pues hasta el momento tiene poca resistencia. El silencio más grave, me parece, es el de empresarios que por “no hacer olas” y “cuidar el crecimiento” se quedan callados en momentos clave de matonería que afectan el desarrollo y la democracia, como los ataques a Jaime Saavedra o la aprobación de la ley Mulder. ¿Cuándo un matón se ha calmado cuando se le ha dejado matonear? Nos recuerdan a su actitud en los noventa. En resumen, el fujimorismo sigue siendo una opción clara hacia el 2021. La situación puede cambiar si Keiko sigue cayendo en las encuestas o si les surge un rival hacia la derecha, minando su núcleo duro y popular. Pero por ahora eso no ha sucedido. Muy pronto para jubilarla.