Valoramos el esfuerzo de un equipo que salió a ganar, que nos representó con dignidad, que peleó con sus propios límites, que no se dejó avasallar por los nombres, que nos hizo sostener como niños una ilusión en ese vibrante tramo final de las eliminatorias.,La tristeza no se va. Queda callada en algún lugar del cuerpo, nos ha detenido en una semana suspendida, no nos permite sonreír. A la vez, después de mucho tiempo, valoramos el esfuerzo de un equipo que salió a ganar, que nos representó con dignidad, que peleó con sus propios límites, que no se dejó avasallar por los nombres, que nos hizo sostener como niños una ilusión en ese vibrante tramo final de las eliminatorias, que nos juntó en un abrazo interminable para cantar a viva voz el himno que tanto nos cuenta cantar, que nos hizo sentir ganadores, que unió incluso a los que odiaban el fútbol, que nos hizo creer en la posibilidad de ser una nación sólida, que camina con decisión para conseguir objetivos comunes, que hizo que seamos locales frente a cualquier selección del mundo,que hace que nuestros hijos tengan el genuino orgullo de ser peruanos, que vibren con un vals, que no acepten imposibles. Todo eso consiguieron. Toca agradecer, ir a alentarlos con Australia, devolver lo que nos han hecho vivir. A los 23 que viajaron, a los que jugaron en el proceso y no les alcanzó para estar en lista. A Gareca y el comando técnico que creyeron siempre, que entregaron esencia, tradición, confianza, autoestima, raza a un plantel y a un pueblo futbolero que se había acostumbrado a perder. A Oblitas, el héroe discreto que construyó con mano firme una campaña de fantasía. A Oviedo que supo tomar decisiones en momentos decisivos. A todos los que trabajaron junto a ellos y nos dieron estos meses inolvidables. Muchas gracias por hacer que la felicidad sea peruana. Seguiremos alentando. En Brasil. Hasta Qatar. Y por siempre. Ekaterimburgo, junio 2018