El padre de la Teología de la LiberaciónApostolado. Más de la mitad de su vida ha defendido la Teología de la Liberación, que nació pensando en la reivindicación de los más necesitados, y se ha convertido en una importante corriente de la Iglesia. Hoy cumple 90 años y continúa tan vivaz y persistente como en la juventud.,Gustavo Gutiérrez, un sacerdote que priorizó el amor por los pobres,El padre Gustavo Gutiérrez, mundialmente conocido por ser el autor de la Teología de la Liberación, cumple hoy 90 años, la mitad de los cuales los ha pasado defendiendo y propagando esta corriente de la Iglesia basada en el amor y la reivindicación de los pobres. Una y mil veces ha explicado que se trata de una reflexión sobre la práctica del mensaje de Dios que parte del mundo de los pobres, de sus sufrimientos y esperanzas, pero que implica pasar de la prédica a los hechos, a la luz de la fe, para lograr un mundo mejor. PUEDES VER Papa Francisco saluda al padre Gustavo Gutiérrez por sus 90 años [FOTO] “Intenta responder a una pregunta y es cómo decirles a los pobres que Dios los ama, no en abstracto, sino cómo hacerlo seriamente cuando la vida cotidiana del pobre parece la negación del amor, en el sentido de que no son valorados. Por eso nosotros defendemos la Teología de la Liberación como una reflexión sobre la práctica del mensaje cristiano, a la luz de la fe”, resumió el sacerdote hace unos años en un documental producido por el canal del Estado. Pese al tiempo transcurrido y al normal deterioro por la edad, su lucidez sigue incólume. La República conversó con varios allegados a él, quienes relataron que Gustavo –como lo llaman– sigue igual de sencillo, alegre, perspicaz, agudo en sus expresiones, y preocupado por la Iglesia y los pobres. El padre Jorge Álvarez Calderón lo conoció cuando ambos eran universitarios: él de la Agraria La Molina, y el padre Gutiérrez, de San Marcos. Formaban parte de la Acción Católica Juvenil. Pertenecían a diferentes parroquias y una vez al mes coincidían en las reuniones que se realizaban en el Arzobispado. “Es un hombre tremendamente débil a nivel físico, por la enfermedad que cogió a los 12 años, pero con un gran sentido de Iglesia, del pueblo, de la misión liberadora”, comenta con notorio cariño y admiración. Y es que Gustavo Gutiérrez enfrentó la adversidad desde muy joven. A los 12 años, al terminar el primer año de secundaria, le diagnosticaron osteomelitis, una infección ósea que le impedía caminar. Dejó de asistir a clases pero estudiaba en su casa y logró terminar el colegio aprobando exámenes elaborados por jurados. Así, a los 18 años ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y a los 24, cuando estudiaba Filosofía en Lovaina (Bélgica), confirmó su decisión de ser sacerdote. Entre 1955 y 1959 estudió Teología en Lyon (Francia), época en que compartió aulas con el padre Álvarez Calderón y su hermano Carlos, quien también se ordenó como sacerdote. “Allá había un movimiento espiritual muy comprometido con la pastoral social, que nos marcó. Además, los cambios que trajo el Papa Juan XXIII, quien convocó al Concilio Vaticano II, crearon un clima de reflexión”, precisa como regresando en el tiempo. En 1959 los dos fueron ordenados sacerdotes por el cardenal Juan Landázuri en el Seminario Toribio de Mogrovejo, y aunque el destino los envió a diferentes parroquias y misiones, siempre se mantuvieron en contacto, conversando sobre la necesidad de una Iglesia más cercana al pueblo, que más adelante se expresó en la Teología de la Liberación. Esto les valió ser calificados como “curas rojos”. “Hubo momentos difíciles. Como cuando Gustavo tuvo que salir del Perú porque cierto sector de la Iglesia no comprendía la Teología de la Liberación y creían que era marxismo, lo que nunca fue”, dice el padre Álvarez Calderón, remarcando que más bien, gracias a esta corriente, en el Perú no hubo sacerdotes que incursionaran en política o, incluso, en la guerrilla, como ocurrió en otros países de la región. “Gustavo dijo ‘nuestro papel no es político, es profético’. Eso implicaba denunciar las cosas malas y anunciar el nuevo ser humano que queremos”, resalta. Y es que, para él, la pobreza no es una fatalidad sino una injusticia. De vuelta al barrio En la década del 60, el padre Gutiérrez volvió al Perú y empezó a trabajar como conciliario nacional de la Unión de Estudiantes Católicos (UNEC). Allí coincidió con el sacerdote diocesano Carlos Castillo, quien aún era estudiante universitario. “Gustavo ha sido un transmisor de que no podemos ser cristianos aislados, y menos en cuanto a la teología, que es una reflexión sobre la fe, teniendo en cuenta la palabra de Dios”, refiere el sacerdote que con los años se ha convertido en un gran amigo suyo. Refiere que, junto a otros laicos y sacerdotes, participó con él en largos debates sobre la Iglesia y su opción por los pobres, los mismos que ayudaron al nacimiento de la innovadora corriente teológica. Es así que en 1968, en un encuentro nacional de laicos organizado en Chimbote, el padre Gustavo Gutiérrez dio una ponencia sobre el cambio social. Un mes después, la presentó en la Conferencia Episcopal de Medellín, llamándola, por primera vez, Teología de la Liberación. “Fue un proceso de reflexión elaborado teórica y teológicamente por Gustavo. Supo articular una serie de elementos, aunque entre bromas nos suele decir: ustedes escribieron el libro y yo me llevé la fama”, rememora el padre Castillo, destacando la chispa que lo ha caracterizado siempre. Recuerda que en la época de la UNEC, él solía cantar y tocar guitarra, lo que el padre Gutiérrez disfrutaba. “A Gustavo le gusta mucho la música pero no tiene habilidades en ese campo. Él es inclusivo en todo. Un día en que me escuchaba cantar, me dijo: Carlos, haz que cante la gente”, apunta el padre Castillo, quien comenzó a hacerlo más seguido. Con los estudiantes El padre Gustavo Gutiérrez trabajó mucho con los universitarios. Cuando volvió al país comenzó a enseñar Teología a los estudiantes de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y años más tarde también lo hizo en la Facultad de Ciencias Sociales. Siempre inclusivo, buscó llegar también a universitarios de San Marcos, uno de ellos es el sociólogo Rolando Ames, hoy catedrático en la PUCP. “Yo lo conocí por un amigo sacerdote, también formado en Europa como él: El padre Carlos Álvarez Calderón, quien se dedicaba a la pastoral obrera”, relata. Detalla que Francisco Guerra García, quien fue senador en los años 90, entre otros, comenzaron a reunirse con el padre Gutiérrez. “Nos citamos en el patio de letras de San Marcos. De primera impresión me desconcertó, pues estaba ante un tipo de sacerdote que encontré muy poco clerical. Y aunque estaba con sotana no parecía un cura”, destaca. En los años 60, la Iglesia era más conservadora, pero Gutiérrez, quien tenía poco más de 30 años, era muy sencillo e informal. “Tenía muy vivo su paso por Medicina. Empezó a recordar las experiencias del movimiento estudiantil del 45 al 48, antes de Odría. Y para nosotros era curioso, porque casi era como un joven profesor de San Marcos, pero era un cura”, dice remarcando que él busco desde el comienzo afirmar que la fe cristiana no era antiintelectual, sino que suponía una reflexión crítica. “Y yo, en mi lenguaje, diría que no era una fe en ideas sino más bien una esperanza de que la fraternidad es posible. Nos decía al grupo de jóvenes que hicimos amistad con él, cómo hablar de Dios en una sociedad tan injusta y con tanta pobreza”, reflexiona. Recuerda que, años después, en 1972, lo encontró en un congreso de pensadores cristianos y sacerdotes latinoamericanos, en el que se notó el gran respeto que le tenían por su trabajo sobre la Teología de la Liberación. Todos remarcan la lucidez y la alegría con la que siempre trabaja el padre Gustavo Gutiérrez, aun en los tiempos difíciles en los que era criticado por un sector de la Iglesia. Pero también su sencillez, la misma que demostró cuando el papa Francisco lo recibió hace cinco años, que se tomó como una suerte de rehabilitación total a las críticas pasadas del clero. “A veces uno se pregunta si no hay cegueras gravísimas para la convivencia social en el Perú. Mirar cara a cara la realidad es una condición básica para salir adelante”, reflexiona Gutiérrez en el documental. Y es que él tuvo el coraje de mirar lejos y anticiparse a su tiempo. Impulsa la investigación constante de la teología - En 1970, con el ánimo de impulsar la edición de los trabajos sobre teológica, el padre Gustavo Gutiérrez se juntó con intelectuales católicos para fundar el Centro de Estudios y Publicaciones (CEP), y tres años después, constituyeron el Instituto Bartolomé de las Casas, con el fin de promover la investigación. Catalina Romero, miembros del comité directivo de este último, destaca que la guía del sacerdote ha sido muy importante para difundir la corriente teológica basada en la opción por los pobres. Precisamente a través del CEP, el sacerdote publicó en 1971 su libro más famoso Teología de la Liberación, que ha sido traducido en 13 idiomas. “En el Instituto hay una línea de trabajo de investigación en teología sobre los nuevos desafíos, trabajándolos siempre teniendo en cuenta la búsqueda de la igualdad y la justicia, y que los pobres sean protagonistas, que son valores centrales en Teología de la Liberación”, comenta. Resalta que Gustavo Gutiérrez ha viajado mucho por el país acompañando el trabajo de base de sacerdotes, principalmente en el sur andino. Destaca que ha promovido cursos de teología todos los veranos. La edad no ha sido una limitación para él, pues ahora usa la tecnología para dictar conferencias vía Skype y otras herramientas. Señala que además de los artículos que suele escribir, el padre Gutiérrez está trabajando en un libro tipo balance que espera pronto se decida a publicar.