En la práctica el Poder Legislativo es el “poder más poderoso”. Hace y deshace,En la práctica el Poder Legislativo es el “poder más poderoso”. Hace y deshace. Por eso un presidente, a la cabeza del Poder Ejecutivo, se la lleva mucho más fácil cuando su partido tiene mayoría en el parlamento. Nada más cómodo que gobernar con una oposición, inferior en número, a la que se pueda dominar. Lo que hemos vivido los últimos dos años es todo lo contrario. Da lo mismo que sea PPK o Vizcarra. El mezquino cálculo político, por decirlo de la manera más amable, ha convertido a una holgada mayoría parlamentaria opositora en un fusil en ristre permanente. Toledo, García y Humala no tuvieron que enfrentar mayorías parlamentarias adversas la mayor parte de sus mandatos. Desde el golpe del 92, es la primera vez que el país es gobernado, desde el saque, por un oficialismo rehén de la oposición. Precisamente esta circunstancia, a la que hemos vuelto 25 años después, fue lo que motivó la interrupción de nuestra democracia. Alberto Fujimori quiso liberarse de ese secuestro. En su momento, la mayoría de la población lo entendió así, pero legitimó el inicio de su dictadura. Ha pasado un cuarto de siglo desde aquél episodio. Mucho tiempo durante el cual nos habíamos acostumbrado a que legislativo y ejecutivo convivan sin enfrentamientos traumáticos. Sin embargo, nuestros políticos no aprendieron a convivir, a cogobernar. Ante un congreso tan poderoso y agresivo como el actual, la prensa juega entonces un papel fundamental para el balance de poderes. Estas 130 personas, que además ostentan el privilegio de la inmunidad parlamentaria, tienen que ser fiscalizadas por alguien antes de que el electorado pueda manifestarse de nuevo. Ese es nuestro deber. Ese es el papel de los periodistas en cualquier democracia que se respete: incomodar, cuestionar. A los periodistas que no incomodan al poderoso congreso, que sus sueldos se los siga pagando el congreso.