El revuelo ocasionado por el aumento de la pobreza monetaria en el Perú parece haberse enfriado.,El revuelo ocasionado por el aumento de la pobreza monetaria en el Perú parece haberse enfriado. Al menos en el lado político ya no escuchamos a los oportunistas que encontraron la ocasión ideal para responsabilizar a sus rivales o manosear las cifras a favor de su gestión. Tras esa confusión inicial, los datos publicados por el INEI van tomando su real dimensión, evidenciando asuntos que merecen atención de cirujano. Con esta nueva radiografía sabemos que de los 7 millones de pobres que hay en el país, 3,2 millones están en el campo y 3,8 millones en las ciudades. Además, de los 375 mil peruanos que pasaron a la pobreza el 2017, casi la mitad vive en Lima, con lo que ahora hay más de 1 millón 200 mil limeños en esa situación. Aunque en términos porcentuales el nivel de pobreza es más grande en otras zonas urbanas y rurales, la capital concentra la mayor cantidad de pobres del país. No es necesario darle muchas vueltas para saber que subsistir en Lima con menos de S/. 338 mensuales no solo es pobreza, es la más cruda miseria. La vida urbana sin dinero ofrece muy pocas opciones para la existencia diaria, más si movilizarse de un punto a otro es caro y difícil, acceder a un servicio púbico es tarea titánica, no tener conexión a la red de Sedapal obliga pagar hasta 6 veces más por agua, y las posibilidades de empleabilidad se están reduciendo. La pobreza urbana tiene múltiples causas, así que la solución requiere estrategias diversas. La generación de empleo de calidad, por consenso, es el mejor abordaje al problema de fondo, mientras que las trasferencias condicionadas son de mucha ayuda. Pero no debemos olvidar las políticas que faciliten la vida urbana digna. Transporte, seguridad, espacios públicos y acceso a agua y desagüe ayudan en esa línea. Por eso, los gobiernos locales y sus intervenciones no pueden ser ajenos a este desafío.