Y liberado ya del peso de dolor, Ramírez inició una clase magistral sobre su propia obra, sobre la literatura de su país y la latinoamericana, como para recordarnos que lo suyo es el escribir.,Querido Mirko: como todos los años, este 23 de abril, Día del Libro, de la muerte de Miguel de Cervantes, del Inca Garcilaso y de William Shakespeare (aunque esta última se discute), en la universidad de Alcalá de Henares se entregó el Premio Cervantes a Sergio Ramírez. Ese novelista nicaragüense que fue Vice Presidente cuando triunfó la Revolución Sandinista en 1979, y que dejó el poder y sus galas para volver a la literatura. El escritor entró al viejo paraninfo con un caminar pausado que contribuía a esa gravitas que proyecta su figura, y con un luctuoso lazo negro en la solapa del chaqué. Terminada la lectura del espléndido discurso que hizo el ministro de Cultura español, Ramírez subió cansinamente al púlpito reservado para los grandes disertaciones antes como ahora. Sorpresivamente, sin vocativos por delante, pidió permiso para honrar a los jóvenes "asesinados" por las fuerzas represivas por "buscar justicia y democracia". El Ramírez político, el de la revolución que le fue secuestrada, aquella que debió traer paz, justicia y prosperidad a Nicaragua y por la que abandonó la literatura para sumergirse en la burocracia diaria donde, con frecuencia, lo urgente se termina imponiendo a lo importante. Fue una ocasión solemne y Ramírez reclamó, ante los reyes de España y del Presidente del Gobierno, libertad y justicia para su país y su gente. Nos trajo a todos la memoria del tiempo perdido, el de las ilusiones, de la épica que involucró a toda América Latina, cuando empezamos a actuar coordinadamente para que la solución a nuestros problemas viniera de nosotros. Primero el Grupo Andino político, luego el Grupo de Contadora, luego el Grupo de Apoyo a Contadora y finalmente el Grupo de Río. Eso es el pasado. Una nueva dinastía hoy ensombrece la libertad en la tierra de poetas, como recordaba Ramírez evocando a Rubén Darío y a Ernesto Cardenal. Y liberado ya del peso de dolor, Ramírez inició una clase magistral sobre su propia obra, sobre la literatura de su país y la latinoamericana, como para recordarnos que lo suyo es el escribir, y también que nada le resulta ajeno, menos aún las muertes de jóvenes inocentes a manos del somocismo del siglo XXI. José Antonio García Belaúnde