Lo que se viene, por lo tanto, no es el fin de una era sino el inicio de una etapa más conflictiva en la región y que está aún por definirse. ,El presidente mexicano Enrique Peña Nieto durante la última Cumbre de las Américas, en Lima, dijo que las tres principales amenazas en su país eran: el populismo, el narcotráfico y la corrupción. La preocupación principal de Peña Nieto no era, por tanto, los más de 150 mil muertos y 30 mil desparecidos en los últimos once años de la llamada “guerra contra el narcotráfico” sino más bien el casi seguro triunfo electoral de Manuel Andrés López Obrador, más conocido como AMLO, en las próximas elecciones presidenciales. Hoy el llamado “populismo”, que AMLO representa en el caso de México, se ha convertido en el “enemigo principal”, como lo fue en el pasado el comunismo. No es nada casual que, en esta atmosfera “antipopulista”, la edición internacional del diario El País haya calificado el resultado de la Cumbre de las Américas como “el final de la era bolivariana” (15/04/18). Sin embargo, una mirada más atenta a lo que viene pasando en América Latina diría otras cosas, más aún cuando este año la región enfrentará varias elecciones presidenciales una de las cuales ya tuvo lugar en Costa Rica donde triunfó la centro-izquierda. La primera es que los intentos por derrotar al “populismo” en algunos países está llevando también a poner en cuestión a la precaria democracia latinoamericana. El New York Times (23/01/18) ha dicho a propósito del juicio a Lula y sus consecuencias, que esta situación pone a “la democracia brasileña al borde del abismo”. No hay que olvidarse que Lula, actualmente preso, va primero en las encuestas. Su ausencia en las próximas elecciones, como quiere la derecha, bien podría generar una situación explosiva que podría terminar, como sostienen varios analistas, en un golpe militar en ese país. Lo mismo se puede decir sobre lo está pasado en Honduras. El triunfo de la derecha en ese país ha puesto a la democracia una vez más, “al borde del abismo”. La reelección de Juan Hernández el año pasado fue tan irregular que la propia Misión de Observación Electoral de la OEA pidió nuevas elecciones. Y si se produce -esperemos que no- un mega fraude para impedir el triunfo de AMLO en México, la democracia en ese este país sería una broma de mal gusto. No sería extraño que la derrota del populismo o el fin de la llamada era bolivariana coincida con el fin de la democracia en la región. La segunda, es que el llamado populismo en la región no está, como creen algunos, en la sala de cuidados intensivos. Un triunfo de López Obrador en México será el triunfo de un “líder populista”. En Colombia si bien lo más probable es que en las próximas elecciones presidenciales gane el ultraderechista Iván Duque, representante directo del expresidente Álvaro Uribe, político ligado a los grupos paramilitares, también es posible que el candidato Gustavo Petro, que representa hoy a la izquierda colombiana, quede en segundo lugar. Este hecho no es menor ya que por primera vez la política colombiana dejará de moverse en los marcos impuestos por el conflicto entre liberales y conservadores. Por otro lado, en las próximas elecciones generales en Paraguay este 22 de abril, podría ganar Efraín Alegre, el candidato de la Alianza Ganar, donde confluyen el Frente Guazú de Fernando Lugo y el Partido Liberal Radical Auténtico, dejando segundo lugar al candidato oficialista Mario Abdo Benítez (hijo del secretario privado del ex dictador Alfredo Stroessner). En la última encuesta de fines de marzo, según INFOBAE, Alegre pasó por primera vez al frente al alcanzar el 44% de intención de voto. Y finalmente en Venezuela, más allá de cualquier opinión a favor en contra, Nicolás Maduro es casi seguro que volverá a ganar las elecciones presidenciales. De todo esto se pueden sacar tres conclusiones. La primera, es un error identificar al progresismo (o populismo) latinoamericano con la “era bolivariana”, como dice el diario El País. El progresismo regional es un fenómeno heterogéneo. La segunda, se viene una lucha abierta entre estas corrientes progresistas y una derecha internacional más articulada que busca identificar al progresismo con el “chavismo” y que hoy, como lo demuestra la última Cumbre de las Américas, está bajo la batuta de EE.UU. La tercera, que las presiones sobre Venezuela y Cuba se intensificarán. Lo que se viene, por lo tanto, no es el fin de una era sino el inicio de una etapa más conflictiva en la región y que está aún por definirse.