Hoy hablo de Siria, con el mismo dolor y con la misma incomprensión. Ayúdame. Lectores, ayúdenme a entender.,Hace mucho tiempo existió una tierra de fantasía, bendecida por las riquezas que le salían de las venas, por la cultura vasta y magnífica que se alimentaba de las estampas que dejaba el comercio con otras tierras. Una tierra de mujeres sabias y hombres hermosos… y viceversa. Pero, desde siempre, las tierras así están destinadas a la guerra, porque no hay en el mundo fuerza más grande que la codicia. Con los años invasiones extranjeras casi sin descanso y guerras tan civiles como religiosas arrancaron la fantasía de la tierra y lo que es peor, la dignidad de las personas que viven en ella, que se acostumbraron a vivir bajo regímenes controlados por potencias lejanas. Que acallaron las voces de sus mujeres y normalizaron las ráfagas de metralla. Podría hablar de la franja de Gaza o de Afganistán. Hoy hablo de Siria, con el mismo dolor y con la misma incomprensión. Ayúdame. Lectores, ayúdenme a entender. Se juntan dos bandos y deciden pelear… por Siria. No. Se están peleando A Siria. Están resolviendo viejas reyertas en nombre de valores como libertad, democracia… y paz. La única paz que van a conseguir es la de un cementerio, porque no les interesan las personas que están al medio. Hay tantas formas de morir en nombre de la paz: ir a trabajar y volver por la tarde a los escombros que antes constituían tu barrio. Caminar y dar un último respiro porque pisaste una granada. Ya no solo duele, si no que da rabia. Y genera la pregunta… ¿Hasta cuándo será una guerra ajena? Abril.