Mejorar la oferta para el que no puede pagar. Crear becas, concursos, subsidios, sistemas de crédito inclusivos y pagables. Buscar alianzas para intercambios y especializaciones.,Conozco a un muchacho de veinte años que estudia en San Marcos. Lleva menos cursos de los que quisiera, trabaja en la tienda de un grifo y mantiene a su madre que vive postrada por una penosa enfermedad. Es, además, la referencia paterna para su hermano menor y el mes anterior pidió un préstamo a una financiera para costear la lista escolar. Es probable que termine su carrera en un tiempo mayor al usual. Ojalá pueda graduarse. La realidad suele ser diferente a la que hemos vivido varios de nosotros, los privilegiados que estudiamos en colegios privados y luego accedimos a una universidad de prestigio, mientras nuestros padres pagaban todo. Ahora, con distancia, me veo desperdiciando mi afortunada situación y siento vergüenza. Quizá lo único valioso que hice en generales letras fue leer todo lo que podía, casi como si fuera a morir al día siguiente. No supe valorar lo que para mí era regalado y para algunos de mis pares era injustamente imposible. Lo que pasó en San Marcos tiene que conseguir foco principal: la democratización de la educación. Mejorar la oferta para el que no puede pagar. Crear becas, concursos, subsidios, sistemas de crédito inclusivos y pagables. Buscar alianzas para intercambios y especializaciones. Implementar oportunidades laborales para los estudiantes dentro del centro académico. Invertir en el ser humano tanto como en cemento. Eliminar la corrupción que impide que varios reciban la oportunidad para cambiar su destino, el de su comunidad, el del país. Tiene que haber un peruano que pueda reinventar el Perú a partir de la educación. Tiene que existir.