En el Perú cualquier persona de cierta edad, con porte y apariencia importante tiene fuertes posibilidades de ser llamado doctor en toda circuntancia, incluso por escrito.,Un miembro del Tribunal Constitucional corre riesgo de perder el cargo por haber usado, voluntariamente o no, eso es parte de lo que está en discusión, el título de Doctor sin serlo. Como preocupación la cosa es más bien antañona, si bien la ley exige el doctorado en diversos casos, sobre todo para trabajar en aquellas instituciones que emiten doctorados. La Constitución no exige que los miembros del TC sean doctores, y de hecho muchos no lo han sido, y varios de los actuales no lo son. Basta con ser abogado en ejercicio. La falta de Eloy Espinoza-Saldaña no sería pues carecer de doctorado, sino haberlo impostado. De haberse dado, no se sabe bien qué tipo de falta es esta. Parece más bien una paja en el ojo ajeno. La universidad es el ámbito donde sí se puede hablar de falsos títulos, falsos doctores, y hasta de falsos certificados de estudios, por ya no hablar de falsas universidades. Allí dentro la situación es de tipo legal y puede ser delictiva. En el exterior la cosa es más bien costumbrista. La palabra doctor se ha independizado de toda consideración, y se mueve a su antojo por entre el lenguaje. En el Perú cualquier persona de cierta edad, con porte y apariencia importante tiene fuertes posibilidades de ser llamado doctor en toda circuntancia, incluso por escrito. Como nadie puede pasarse la vida desmintiendo a quienes le lanzan este presunto halago, la persona se termina acostumbrando, sin sospechar que algún día le podría causar fastidio. Esto es parte de la cultura de los vocativos. La buena facha, pero sin edad suficiente para parecer doctor, le puede ganar a alguien el apelativo de ingeniero. El menor rastro de extranjería puede convertir al ingeniero en míster. También en estos casos es inútil hacer precisiones. El pueblo sabe cómo llamar a las personas. Cuando José María Arguedas tituló un poema “Llamado a algunos doctores”, sabía de qué estaba hablando. Era sobre una sobredosis de importancia, propia o atribuida, a que se refería. En este sentido la gente se deja llamar doctor, siéndolo o no, a su propio riesgo. Pues la palabra seguirá circulando como un billete, con o sin respaldo.