Viviremos días de amenazas, chantajes, venganzas, conspiraciones y atropellos. Triste destino el que está sufriendo el Perú, víctima de las pasiones más elementales de una clase política desahuciada.,La oposición ha superado el segundo obstáculo en el camino de la vacancia presidencial. Para que ésta fuera admitida se necesitaba que el 40% de congresistas hábiles —es decir 52 votos— la apoyaran. Se daba por descontado que sería así, pues solo bastaban los números de Fuerza Popular para hacerlo, a los que se sumaron las dos izquierdas, Acción Popular, Alianza Para el Progreso y algunos apristas. Al final, el pedido fue aprobado con 87 votos, seis menos que los 93 que concurrieron en diciembre pasado, durante el anterior proceso de vacancia. ¿Quiere esto decir que la oposición ha perdido fuerza, que cuenta con menos respaldos que en aquella ocasión, que la supervivencia de Pedro Pablo Kuczynski en la presidencia está cantada? Es verdad que, desde aquella votación, Fuerza Popular ha sufrido una importante huida de congresistas, perdiendo su mayoría a manos de Kenji Fujimori, cuyo obstinado trabajo de zapa le ha permitido constituir un bloque de doce parlamentarios. Consciente del golpe que una nueva derrota supondría para el liderazgo de su hermana, se espera que —respaldado por su padre— el menor de los Fujimori vuelva a mover ficha, sumando un nuevo grupo de disidentes para truncar este proceso. Desde que en diciembre inauguró su facción, canjeando once votos contra la vacancia a cambio del indulto para su padre, Kenji ha seguido erosionando la base de Fuerza Popular, lenta pero inexorablemente. Aunque estaba anunciada —hace un tiempo dijo que apoyar la vacancia era «seguirle el juego a la izquierda»— la abstención del congresista de Fuerza Popular Miguel Elías ha contribuido a este juego de nervios. Pero sería prematuro asegurar que Kuczynski está salvado gracias al endurecimiento de esta pugna familiar. Para Keiko Fujimori esta nueva vacancia implica tantos riesgos que precipitarse a apoyarla demuestra una abrumadora dosis de desesperación. La toma quien está acostumbrada a ejercer el liderazgo desde la fuerza y la rigidez, nunca desde la persuasión y la sutileza, que es respaldada por un comando de beligerantes, y que ve con alarma cómo su poder se extingue y cómo la justicia comienza a apretarla por el caso Odebrecht. Esa misma desesperación es la que vuelve a Fuerza Popular tan peligrosa en esta coyuntura, más si cuenta con el apoyo de políticos curtidos y mejor capacitados como son los apristas que orbitan alrededor de Alan García. Es evidente que de aquí al día de la votación, ambas agrupaciones quemarán sus naves y emplearán todos los recursos imaginables para vacar a PPK. Viviremos días de amenazas, chantajes, venganzas, conspiraciones y atropellos. Triste destino el que está sufriendo el Perú, víctima de las pasiones más elementales de una clase política desahuciada.