Maduro está en otra cosa. Su plan es terminar de poner de rodillas a la población venezolana.,La expulsión de la VIII Cumbre de las Américas no debe estar preocupando mucho a Nicolás Maduro. No ir a Lima le va a ahorrar muchos sinsabores. El aislamiento diplomático reforzará su discurso sobre agresión externa a Venezuela. Siempre puede volver a hacer una de sus minicumbres de gobiernos amigos y clientes en Caracas. Maduro está en otra cosa. Su plan es terminar de poner de rodillas a la población venezolana. Para lo cual lleva adelante una guerra interna de baja intensidad, pero muy real. Bajo el disfraz de un sistema electoral, y la parodia de instituciones democráticas, se va estructurando el momento de un golpe leninista irreversible. Para lograr lo anterior necesita más amigos geopolíticos de los que tiene ahora, y más decididos a apoyarlo en un choque militar. El modelo es conocido, y sus posibilidades evocan vagamente una combinación de Bahía de Cochinos (1961) y crisis de confrontación de superpotencias (1962). Dos hechos claves para consolidar al castrismo en Cuba por más de medio siglo. Lo que Maduro ha tenido al frente hasta ahora es una estrategia de contención basada sobre todo en sanciones, con la esperanza de que el régimen chavista implosione por una combinación de desastre económico y furia opositora. Maduro ha aprovechado todo este tiempo para ajustarle las clavijas a la sociedad venezolana. Maduro denuncia peligros bélicos, pero al mismo tiempo va construyendo una atmósfera de agresividad, estudiando la posibilidad de jugar la carta bonapartista, y de arrastrar a Rusia a su juego. Las amenazas a Colombia ya son casi permanentes. Ahora Stratfor recoge rumores sobre una posible invasión a Guayana, por un antiguo reclamo territorial. Nicolás Maduro no es Fidel Castro, Venezuela no es una isla, la cleptocracia chavista no es un bastión de efectividad ideológica, y Rusia ya no es la URSS. Pero el chavismo parece convencido de que existe en América Latina un nicho para un nuevo desenlace a la cubana. Hasta ahora nada le ha demostrado que no es así. Pero a la vez es cierto que la fase de mayor peligrosidad del chavismo recién está comenzando. Los traqueteos de sables de Donald Trump no convencen a nadie, pero a la vez Washington siempre ha respondido con intensidad a las provocaciones armadas.