Un indulto humanitario, en serio, podría haber sido bien conducido para que no fuese un otorgamiento indebido de impunidad.,Todo salió al revés. Sonaba fácil. Parece que algún encuestador le había dicho al gobierno que ya que la mayoría apoyaba un “indulto humanitario”, la movida no tendría pierde. Interpretaron mal las cosas y colapsó estrepitosamente la esperanza gubernamental de mansa agua y “volteada de página” que debía seguir. Allí estuvo el primer error. El “indulto humanitario”, como concepto, es legítimo y atractivo de por sí. Si un(a) encuestador(a) me hubiera preguntado, yo habría dicho que estaba de acuerdo. ¿Cómo estar en desacuerdo con una medida humanitaria en beneficio de alguien que tuviera, por cierto, una enfermedad terminal? Pero hoy lo que tenemos es un país polarizado como no veíamos desde hace años, un gobierno arrinconado y la mitad del país en contra del indulto express dispuesto en navidad. La última encuesta de GfK lo expresa con claridad. ¿Qué ha ocurrido? Si alguien pudo maléficamente imaginar un camino para que el presidente y el gobierno se enredara a sí mismo y se abriera un imprevisto frente internacional de cuestionamientos, había que hacer exactamente lo que se hizo con este indulto. Tanto que explica en mucho el colapso en la percepción del gobierno: récord continental de llegar al raquítico 19% de respaldo al presidente a sólo un año y medio de gobierno. Cierto que a eso se añade la percepción generalizada –y creciente- sobre la irregular “puerta giratoria” que habría usado varias veces el gobernante cuando era ministro de economía. Un indulto humanitario, en serio, podría haber sido bien conducido para que no fuese un otorgamiento indebido de impunidad. Primero, reconociendo el espacio medular de las víctimas de los graves crímenes cometidos. Segundo, con mensajes públicos, claros y directos de pedido de perdón y de arrepentimiento del indultado por los crímenes por los que fue condenado. Tercero, con una junta médica intachable en cuanto a su neutralidad, independencia y solvencia profesional. Cuarto, con motivación y sustento jurídico en la RS, tal como obliga la Constitución y la jurisprudencia del C. El gobierno ha polarizado y erizado al país al hacer las cosas al revés a tal punto que la mayoría de la población (61%) expresa que el indulto los dividirá más en lugar de ayudar a la reconciliación. Son cuatro goles (autogoles) que recibió el gobierno. Primero: caída del apoyo al llamado “indulto humanitario” apenas se vio de qué se trataba en concreto. Si el respaldo era de un 59% en octubre del 2017, cuando se pudo observar su contenido real e implicancias, se equiparó con quienes se oponen. Al revés de lo que se soñó al dictar la medida. Segundo: el olvido de la historia. La ciudadanía sabe lo que pasó en los 90 y lo tiene en cuenta. Un abrumador 88% piensa que Fujimori debía pedir perdón por los delitos que lo llevaron a la cárcel. Eso porque en la percepción ciudadana el indultado cometió crímenes serios y no aquello que PPK, increíblemente, redujo a “excesos y errores”. Diciendo incluso menos que la mismísima Keiko quien en su campaña electoral reconoció que “se cometieron graves errores y delitos durante el gobierno de Alberto Fujimori” (nov. 2015). Tercero: la evidente negociación política –y no lo “humanitario”- como motivo del indulto. Eso lo detectó un abrumador 78% de la población. Cuarto: la importancia y legitimidad de la justicia internacional si fallase la local. La pregunta en la encuesta no fue abstracta sino concreta y de consecuencias: “Si en febrero la Corte Interamericana de Derechos Humanos decide que Alberto Fujimori debe volver a la cárcel, usted cree que….”. Que la respuesta del 68% haya sido que el Perú debe cumplir con lo resuelva la Corte es señal notable de conciencia de derechos ciudadanos. A años luz de posiciones cavernarias de algunos políticos de fuera y de dentro del propio gobierno. Interesante que la conciencia cívica haya sido más fuerte que la sistemática y prolongada campaña extremista de esos políticos y entrevistadores radiales trasnochados para satanizar al sistema interamericano.