Reapareció el sueño aunque acompañado de las posibilidades reales de por fin comenzar a materializarlo.,Cambié de aplicación para Twitter y esa decisión me cambió la vida. Ahora vivo en paz. Así mismo: en paz. No me interesa ni un poquito la reacción de nadie a lo que yo ande publicando (cada vez más infrecuentemente) por ahí. Mejor dejarlo en claro de una vez: ni abro siquiera la ventana de respuestas o menciones. De hecho, casi ni abro el Twitter. El mundo está jodido y eso no me lo tiene que recordar cada tuit a cada hora del día. Estamos jodidos: sí, lo sé. Por tanto, ahora destino todo el tiempo que me robaba el pinche Twitter a generar proyectos estimulantes para mí. Hoy, por ejemplo, comienzo a rodar mi primer cortometraje como director luego de muchísimos años de haber estudiado cine en Buenos Aires seguro de que lo mío sería eso hasta el fin de mis días: hacer cine, mi cine, el que me gusta, el que disfruto, el que nace de las historias que remueven las entrañas, ese que el tiempo no borra de la memoria, el que honra a los más grandes: a Antonioni y a Visconti y a Fellini y a Buñuel; pues si hay que soñar, mejor soñar en grande... Pero no, dejé Buenos Aires y con ella mi sueño de ser director. Y de pronto un día, no sé si antes o después de recuperada mi autonomía respecto del twit ajeno y todo lo que eso supone, reapareció el sueño aunque acompañado de las posibilidades reales de por fin comenzar a materializarlo. Y aquí estoy, rodeado de las personas con las que más deseaba trabajar, con las condiciones técnicas que siempre quise y bajo los estándares estéticos que el cine que más deseo demanda. Además, me acompañan actrices de lujo y un buen rollo en el set -el que genera un conjunto de profesionales que se respeta y aprecia- que no cambio por nada en el mundo.