Este año es el centenario de Los heraldos negros. En realidad apareció a mediados de 1919, pero 1918 es la fecha que figura en la carátula, y el año en que César Vallejo lo terminó de escribir. Los libros hacen esas cosas con las fechas. Es probable que sea su libro más conocido en el mundo, y por cierto contiene sus versos más célebres. Como saben los críticos, fueron otras obras de Vallejo las que revolucionaron el lenguaje poético, volviendo a su autor indispensable para el castellano. Es, casi por donde se le mire, un conjunto de textos modernistas. Así, al ser su poemario más asequible y romántico, Los heraldos es de todos los de Vallejo el más querido por el público. Pero asequible aquí no quiere decir simple. Las complejidades espirituales de la poesía reunida ya están allí, los contenidos esperando ser confirmados en otros tonos. Heraldos, efectivamente. Al mismo tiempo producto de las experiencias de Vallejo como un maestro de aula que ya escribía poemas de vocación didáctica. Muchos de sus versos circulan por la cultura popular como refranes, con la presencia natural de versos de valses criollos. “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!” y “Me moriré en París con aguacero”, iniciando poemas con mensajes lóbregos y rotundos, acaso son los que encabezan esa lista. Pero ciertamente no son los únicos. Sobre ese verso de los golpes, Julio Ortega dice que allí están los fundamentos de la poética del libro: “la noción del destino como trágico; la condición humana como agónica; la orfandad como definición de lo vivo. Un programa romántico, en efecto, pero dramatizado por el no saber, que es tanto desamparo existencial como pérdida del habla religadora”. Lo que ha mantenido la vigencia de Los heraldos no ha sido solo la llana belleza modernista de los versos, sino sobre todo esa profundidad existencial a la que se refiere Ortega. Es a partir de eso que Clayton Eshleman, su traductor al inglés, postula que en su poesía Vallejo es sobre todo un transformador de la conciencia. El libro se mantiene fresco como el primer día. Este es el año para acercarse a él, para conocerlo, o releerlo, o simplemente recordar lo que nos dejó en nuestras primeras lecturas este poeta siempre joven.