Solíamos turnarnos en las madrugadas para cuidar su sueño, aunque él dormía poco. Prefería conversar y, sobre todo, escuchar música. Sus últimos días pasaron con el sonido de una vieja canción, esas de la vieja guardia que tanto le gustaban porque fue amante hasta su muerte de la música criolla y la jarana. Cada noche me pedía ponerle un CD de Lucha Reyes y había una canción que cantaba con voz bajita. ‘Regresa’, de Augusto Polo Campos, acompañó a mi padre en sus horas finales. Crecí en una familia jaranera, de esas que terminaban las fiestas con cajón y guitarra. Todos los domingos era un placer culposo escuchar a los Embajadores Criollos, Los Morochucos, Los Romanceros, Avilés, al zambo Cavero, Jesús Vásquez, Carmencita Lara, Edith Bar, Panchito Jiménez y muchos más. Ángel, mi padre, nos enseñó desde pequeñas a amar la música criolla, no tengo recuerdo de mi niñez o adolescencia sin los acordes de un vals o una polca de Pinglo, Cavagnaro, Márquez, Espinel y sin duda, Polo Campos, entre otros. Han pasado casi cinco años desde que mi padre murió y en todo este tiempo -aunque la angustia y la tristeza dieron paso al sosiego y la nostalgia- hay algo que no volví a hacer con el mismo disfrute: escuchar música, en especial los valses. ‘Cuando llora mi guitarra’ me arranca siempre una lágrima, es inevitable. Y canto “dónde se duermen tus ojos chinitos, cariño bonito, por dónde andarás” cuando me pregunto dónde estará mi Montero y lo añoro. ‘Cada domingo a las doce’ me evoca a la casa de mi abuela cuando los domingos llegábamos para el almuerzo familiar. ‘Cariño malo’, ‘Yo tengo una pena’, ‘Ay Raquel’, ‘Tu perdición’, ‘Esta es mi tierra’, ‘Contigo y sin ti’ y ‘Canción de cuna para cuando me vaya’ son y serán parte del cancionero de mi vida. Las canciones de Polo Campos endulzaron la vida de mi padre hasta su muerte. Y el día de la muerte de Polo Campos tuve el valor de volver a escucharlas para, a través de ellas, recordar a mi papá sentado en medio de la sala, feliz y criollo. Hay gente, como Polo Campos, que toca vidas sin saberlo. Hoy, solo me queda agradecerle.