Los protagonistas centrales del indulto al expresidente Fujimori (24 de diciembre), ocurrido inmediatamente después de la votación de la moción de declaratoria de vacancia presidencial por incapacidad moral (21 de diciembre), señalan que uno nada tiene que ver con el otro, y que apenas hay una coincidencia temporal. De otro lado, muchos periodistas se han encargado de hacer minuciosas reconstrucciones de hechos y de buscar contactos entre personajes clave para demostrar que sí hubo una negociación explícita. Me parece que no es necesario hurgar en los detalles como en una investigación detectivesca para entender lo sucedido. Algo de teoría política podría ayudar. Robert Axelrod, en La evolución de la cooperación (1984) contó cómo durante la primera guerra mundial, en las trincheras franco – alemanas, los soldados se las arreglaban para desarrollar conductas cooperativas contrarias a los deseos de sus mandos, y sin necesidad de pactarlas de manera directa, mediante la estrategia del tit-for-tat, quid pro quo, o “una por otra”, como queramos llamarla. Al recibir la orden de atacar, un bando disparaba al aire. El bando contrario respondía haciendo lo mismo, y así ambos salvaban sus vidas. Cooperación sin acuerdo previo. Pero sí se trata de una negociación: porque a la iniciativa de cooperación se puede responder atacando, con lo que la guerra se reanuda. Kenji Fujimori ofreció claramente sus votos en el Congreso a cambio del indulto de su padre desde los primeros meses del año pasado. Pero era una promesa poco creíble: ¿de cuántos votos hablábamos? Kenji estaba siendo objeto de un proceso disciplinario en Fuerza Popular; entonces, el 11 de julio logró la presentación de una carta firmada por 23 parlamentario de FP solicitando suspender el proceso. No era suficiente, porque el 18 de julio resultó suspendido por 60 días, sin que se produjera ningún cisma. Kenji necesitaba hacer creíble que contaba con una parte relevante de la “bankada”, y la oportunidad se presentó con la moción de vacancia del presidente del 15 de diciembre. Al mismo tiempo, el gobierno debía dar señales de que tendría el indulto listo para usarlo si es que se presentaba la ocasión, de allí el nombramiento de Mendoza en el Ministerio de Justicia en setiembre, y los posteriores cambios en la Comisión de Gracias Presidenciales. Una vez que Kenji demostró que contaba con diez votos, que resultaron claves para impedir la caída del presidente, se dio la señal que se esperaba desde Palacio. Disparar al aire al recibir la orden de disparar a matar. El presidente reciprocó “cooperando” también, tres días después, con el indulto. No necesariamente hubo una negociación explícita directa, bastó que los protagonistas lancen y entiendan las señales del otro; pero sí hubo una negociación implícita, un tit-for-tat. El problema para el presidente, como ya hemos dicho, es que el indulto no impide para nada que le sigan disparando fuego graneado desde el frente, y ahora le disparan también con entusiasmo desde su propio lado. Puede haber cooperación sin negociación, por ejemplo, la relación entre el APRA y el fujimorismo desde el segundo gobierno del presidente García. Algunos decían que la “alianza aprofujimorista” se basaba en la promesa del indulto, que nunca se dio. Si esto hubiera sido cierto, las relaciones entre ambos serían hostiles, y como es evidente, eso no es así. El ejemplo de una iniciativa de cooperación no reciprocada que genera animosidad es la del antifujimorismo con el presidente. Los primeros sienten que le salvaron el pellejo, para luego ser pagados con una traición.