Yo no sé a Galarreta, pero a mí a la campaña del NO nadie me convocó, me propuse voluntariamente. Me pasó como con PPK: la noche de la primera vuelta escribí angustiado a quienes conocía dentro de la campaña con una sola línea: “quiero ayudar en lo que pueda, PPK tiene que ganar”. Yo no sé Galarreta, pero en diciembre del 2012, con lo que las encuestas revelaban, ya no importaba si se perdía o se ganaba, sino dar la pelea de manera digna y enérgica. Pues lo que estaba en juego no era el destino de Susana Villarán sino el de Lima: el precedente que dejaría una victoria aplastante del sí habría sido terrible para la ciudad. Castañeda y los suyos apostaban a producir una crisis total de desgobierno en la capital y había que ponérsela lo más difícil posible. Yo no sé Galarreta, pero inmediatamente después de mostrar mi voluntad de participar de la campaña, comenzaron a llegarme correos invitándome a actividades: el lanzamiento de “Los rostros del NO”, el lanzamiento de “Los jóvenes por el NO”, piquetes informativos en distintos puntos de Lima, grabaciones de vídeos, etc. Todo muy informal, todo muy artesanal, todo muy caótico, todo con cierta desesperación pero con mucho corazón. Lo mío fue ir a la calle, volantear, interactuar con quienes habitaban Lima con rabia, escuchar y persuadir. Y hoy como entonces se pelea por un mínimo civilizatorio: democracia con división de poderes, respeto a la diversidad, derechos para la gente, verdad, distancia del cinismo y del crimen organizado. Yo no sé Galarreta, pero yo... sigo en lo mismo.❧