Algunos analistas discuten si los fujimoristas, al destrozar las instituciones, romper el equilibrio de poderes y amenazar a la democracia, lo hacen por torpeza o por lucidez. No importa si son galgos o podencos. Tampoco importa su cociente intelectual. Lo que interesa es la intencionalidad y, sobre todo, interesan los hechos. El fujimorismo despliega un conjunto de amenazas a la democracia cuando la Fiscalía reabre el caso de Joaquín Ramírez, exsecretario general de FP, nombra a un fiscal ad-hoc que acusa a KF de dirigir una organización criminal e investiga el financiamiento de Odebrecht de su campaña electoral del 2011. Todos estos destrozos se hacen para acabar con las acusaciones de corrupción a KF y a FP, aunque sus voceros digan que lo hacen para combatirla. Sorprende la pasividad del país frente a la crisis política que estamos viviendo. El fujimorismo está destrozando las instituciones democráticas, pero nadie mueve un dedo para detenerlo. Los fiscales son una honrosa excepción. Ellos se están movilizando en todo el país en defensa de su autonomía. Los jueces debieran hacer lo mismo no sólo por solidaridad sino porque ellos son los que siguen en la lista de atropellos fujimoristas. Sorprende sobre todo la desidia del Ejecutivo que se está comportando como si con él no fuera la cosa, justamente cuando su desbarrancamiento es el objetivo final de los desmanes del fujimorismo. Ni iniciativa, ni voz, ni un gesto para detener las arbitrariedades de la mayoría del Congreso. PPK olvida que, en un régimen presidencialista, el Ejecutivo tiene una cierta preeminencia dentro del equilibrio de poderes y ese olvido lo lleva a comportarse como primer ministro en cuarentena que va a abandonar el cargo porque la correlación de fuerzas de un régimen semipresidencial ha cambiado. ¿Y los partidos democráticos tienen algún interés en defender la democracia? Hasta ahora lo único que han hecho es votar en contra de la acusación constitucional contra el Fiscal de la Nación. Algo es algo, pero podrían hacer más para salir del marasmo en el que se encuentran y superar su debilidad política. Esta es la ocasión para organizar un frente de defensa de la democracia, antes que sea demasiado tarde. En vez de arañarse entre ellos, debieran unirse y movilizarse contra las pretensiones golpistas del fujimorismo. ¿Y la sociedad civil puede hacer algo por la democracia? Muy poco porque se ha debilitado mucho, pero ahora podría despertar y fortalecerse, en particular el sector mesocrático. Para que los sectores populares defiendan la democracia, los gobiernos democráticos tienen que preocuparse por ellos desplegando políticas que satisfagan sus necesidades materiales. ¿Y a los medios les interesa la democracia? Sí y mucho. En medio de la debilidad política generalizada, ellos tienen un poder enorme que necesitan desplegarlo para defender la democracia. Hic Rodhus, hic salta. En realidad, la defensa de la democracia y la lucha contra la corrupción requieren la participación de todos los sectores democráticos y honestos.