Por primera vez el epicentro del conflicto político no está entre la bancada de Fuerza Popular y el Ejecutivo. Por necesidades del momento, FP ha cambiado la dirección y ampliado el espectro de sus ataques. Ahora tiene en el punto de mira al Poder Judicial y al principal grupo de prensa en el país. ¿Debe Pedro Pablo Kuczynski respirar más tranquilo en esta situación? En lo inmediato quizás sí. Pero a la vez sigue reapareciendo, sugerido o negado por FP, según la oportunidad, el tema de su vacancia, ahora vagamente vinculada al caso Odebrecht. Aun si solo fueran bravatas que no impedirán seguir presidiendo, en el plan FP de mediano plazo puede no quedarle a PPK mucho país que gobernar. Mientras los demás acusados se van defendiendo con una amplia gama de recursos legales y políticos, PPK no parece tener otra posibilidad que mantenerse quieto. Su negativa a dejarse arrastrar a la comisión Lava Jato en el Congreso es una forma de resistencia, pero no parece una estrategia. Al menos no impide que la mototaxi lo siga arrollando a diario. De otra parte, la reacción contra la actual ofensiva de FP solo ingresa en parte a los activos en la contabilidad política de PPK. No solo porque el Ejecutivo no es hoy el directamente atacado (aunque defender las instituciones es una de sus obligaciones), sino además porque se percibe en él una cierta pasividad, una mirada desde un lejano balcón. Mientras tanto el rechazo a la prepotencia de FP se está extendiendo como una mancha de aceite, en la forma de un temor a la distorsión de la democracia desde el Congreso. El público ve en lo que FP está haciendo (Poder Judicial, prensa, empresa) una imagen elocuente de lo que podría suceder más adelante. Las acusaciones fiscales están funcionando como un acelerador. La profecía de fondo cuando todo comenzó fue que el dinero y los soplos brasileños Lava Jato podían terminar liquidando el sistema político, léase democrático, del país. Para evitarlo en Brasil han venido teniendo que hacer la vista gorda, perdonar, semiperdonar, y negociar a diestra y siniestra, incluso para mantener vivo el impulso moralizador. No parece estar funcionando aquí, al menos todavía. Se puede volver indispensable.