Un subtexto del actual proceso anticorrupción en el país es su capacidad para definir el futuro político. La idea es que según cómo queden las personas que estén libres en el umbral del 2021, así les irá en la elección. Visto así, todo el esfuerzo anticorrupción podría ser visto en el fondo como un gran pulseo electoral, o si se prefiere, preelectoral. ¿Es así? La experiencia indica que en la conciencia del electorado no hay ligaduras muy fuertes entre las acusaciones de corrupción y los resultados electorales. Los reclamos de transparencia en los fondos de los partidos traen implícita la convicción de que sin alguna forma de control estos tienden a aceptar recursos desde cualquier parte. Es sabido que gente con una foja sumamente turbia ha ganado elecciones, aun cuando son intensamente criticados en las encuestas y los corrillos. Luego hay gente honorable que las ha perdido. Una explicación es que los electores no consideran a su candidato turbio. Otra es que sí lo consideran turbio, pero no les importa, como si hubiera valores más importantes. Parte del subtexto (aquello implícito que recién se evidenciará al final) hoy es que el caso Odebrecht va a decidir el destino de sus prominentes protagonistas, en una de dos variantes. Puede mantenerlos o llevarlos a la cárcel, o el descrédito que cause puede pesar más que todos los esfuerzos realizados antes de o durante la campaña electoral. En un cuadro así todo dependería de cómo evolucione el caso Odebrecht mismo. Es decir si supera la ambivalencia en la cual actualmente se debate o si termina de empantanar, hasta convertirse en una suerte de telón de fondo político, presente pero sin reales consecuencias. Esto último con el público esperando pacientemente el destape decisivo. Quizás una señal sea que no se estén produciendo vacíos aprovechables en el curso del escándalo corruptivo. Si los hay, por lo menos no se ve que nuevas figuras los estén llenando. Las encuestas están más o menos como las dejó el 2016. Esto podría describirse como que Odebrecht todavía no les está ganando a los usos y costumbres políticos del país. ¿Qué hacer con todo esto? El subtexto no parece muy administrable, sobre todo por su poder de seducción para los medios. Pero sería ideal que fuera tomado en cuenta a la hora de decidir el voto.