De todas las exploraciones del censo de mañana, la que más ha dado que hablar es sobre nuestra autodefinición étnico-cultural. Es la antiquísima cuestión de a qué fenotipo pertenecemos, ahora refinada, interactiva, y mucho menos agresiva. Nadie nos va a tipificar, nosotros mismos debemos hacerlo, y en un sentido amplio. Parece fácil. Pero para muchísimos peruanos no es tan fácil autodefinirse en la ruleta de las razas, las etnias, los bagajes culturales, las ubicaciones sociales. La identidad de las personas no siempre es un juego inocente, puede tener facetas perjudiciales, de la piel para afuera y para adentro. En esto las cosas han mejorado, pero no tanto. Permitirnos a nosotros mismos ser los jueces de nuestra identidad no simplifica las cosas. Quizás es un asunto que no queremos tocar, o más bien en el que no queremos decidir, y menos frente al Estado. Frente a la velada censura del racismo puede surgir el soterrado, incluso inconsciente, ejercicio del autoengaño. Entonces preferiríamos un no sabe/no opina. La identidad etno-socio-económico-racial es una negociación con una sociedad que reconoce aquellas realidades que son complicadas para el individuo, y está dispuesta a pasarlas por alto bajo ciertas condiciones. Siempre estarán el chisme y el rumor como aduanas insobornables, en lo que un reciente libro de Jesús Cosamalón llama el juego de las apariencias. Seguramente mañana a muchísimos no les costará nada ser sinceros con su autodefinición. Porque se conocen bien, porque no les cuesta nada expresar ese conocimiento. Pero también habrá muchísimos atenazados por la duda o el desconocimiento, parejamente sinceros. A otros tantos les molestará una pregunta que, sentirán, de alguna sutil manera que les pide cuentas. Todo esto sucederá mientras en la trifulca política la sátira o el humor étnicos, o incluso el abierto insulto racial, son frecuentísimos. No son solo malos modales o complejos en reversa. Guillermo Nugent ha hecho notar que vivimos un apartheid que cree lograr el disimulo porque hay un número de excepciones, y no hay leyes escritas sobre el tema. ¿Qué decir este domingo? Era más fácil en otros tiempos, cuando el empadronador nos echaba el ojo y emitía un instantáneo veredicto. Podíamos aceptarlo o no. Pero ahora debemos encontrar nuestra identidad, y asumirla. A comienzos de la semana un amigo me dijo “voy a declararme mochica”. Nunca lo había visto así, pero ahora voy a comenzar.