Hay un punto en el que no puedes controlar la ira, toda la rabia acumulada producto de la impotencia que genera ver, semana tras semana, uno, dos, diez o más muertos, como si fueran solo números y no personas. Mientras tanto, todos son inocentes. No hay responsables y, lo que es peor, no hay pizca de arrepentimiento o, aunque sea, de empatía. De arrepentimiento por no haber señalizado las angostas vías que circulan el cerro San Cristóbal, por no haber puesto rompemuelles para que los vehículos no excedan la velocidad, por no haber sacado del volante a un chofer con seis papeletas. Lo que me parece más increíble es que muchos tarden tanto en darse cuenta o no quieran ver la responsabilidad de las autoridades. Creen que uno critica y se enfurece por odio pero, en muchas oportunidades, la cólera viene de la frustración que, con suerte, podría terminar convirtiéndose en conciencia colectiva y en acciones concretas. ¿De qué debemos tomar conciencia? De que las autoridades las elegimos nosotros y están para servirnos, no para engañarnos. Tomemos como ejemplo el terrible desenlace en el Rímac, que tanto dolor ha causado. El alcalde del Rímac, Enrique Peramás, ex miembro de Solidaridad Nacional, se lava las manos y tira la pelota al alcalde de Lima, justamente líder de este cuestionado partido, Luis Castañeda Lossio. Solidaridad Nacional ha sido siempre un partido “ómnibus”, de esos que recogen a todos como pasajeros políticos y los postulan al mejor cargo, tengan o no las credenciales para ser funcionarios públicos. De Solidaridad Nacional han salido todos los personajes inmersos en el escandaloso caso Comunicore, con Lucho Castañeda a la cabeza. Todos absueltos. De este partido salen personajes como José “Pepe” Luna, acusado de contratar asesores “fantasma”, denuncia que alcanzaba a su universidad, Telesup, entre otras perlas. Varias de las renuncias a Solidaridad Nacional se vienen dando en el contexto previo a las elecciones municipales, porque, claro, todos quieren tener su propio partido y ser los alcaldes. Ojalá que este 2017, con terribles incendios, con fiscalización laboral cero y con buses que transitan en vías de tres metros de ancho, nos sirva de reflexión para las elecciones del próximo año. Que estas lecciones nos sirvan para entender que no se trata de odios o de “antis”, se trata de aprender del pasado para no volver a repetirlo, para no volver a elegir autoridades que estuvieron o están en partidos en los que se permite la impunidad, la corrupción, partidos que postulan al primero que más dinero pueda aportar para la única causa que tienen: postular y copar instancias públicas sin agenda alguna más que el hambre de poder.