Junto a si Dina Boluarte llegará al 2026, la otra pregunta clave es quién puede ganar la próxima elección presidencial.
La primera pregunta se intentó responder aquí anteayer señalando que, en este momento, lo más probable es que la presidencia de Boluarte culmine el mandato señalado en la constitución tras el golpe frustrado de Pedro Castillo, no por sus méritos, sino porque el congreso la requiere para el objetivo compartido de llegar al 2026.
Siempre puede caerse en el camino, pero si Dina dura, irá cobrando mayor importancia la pregunta de quién la puede reemplazar, especialmente desde el 2025 preelectoral en el que las candidaturas empezarán a asomar.
Quién ganará es una interrogante compleja pues depende de la trayectoria de varios factores de evolución incierta, desde cuándo sería la próxima elección —¿2026 o antes?—; o cómo estará entonces la economía familiar.
Debe tomarse en cuenta, además, lo señalado ayer en esta columna sobre la desinformación del elector, que en la próxima elección será peor que en 2021, al igual que la mayor fragmentación de las percepciones en el electorado, en un contexto en el que podría haber más de dos decenas de candidatos.
Lo cual puede favorecer a los partidos con más capacidad de organización y alcance nacional, como Fuerza Popular, APP y hasta Somos Perú, en función de sus candidatos, que se puede prever que serían Keiko Fujimori, César Acuña y quizá George Forsyth. En el caso de FP será importante el papel de Alberto Fujimori, probablemente como cabeza de lista al senado.
Los extremos irán mellados. La izquierda, por la pérdida de reputación de los partidos del corrupto-prófugo Vladimir Cerrón y la desdibujada Verónika Mendoza, lo que beneficiaría a Antauro Humala. La derecha, por la canibalización entre muchos candidatos. Mientras el centro es un espacio ambiguo de difícil enganche con el elector.
Todo lo cual puede cambiar por la aparición del outsider que arruina toda proyección por la debilidad antigua de todo el sistema de partidos políticos.
En resumen, esta columna le reconoce al lector, con modestia y honestidad, que su capacidad de prever, a dos años de la votación quién ganará entonces es muy difícil en el momento actual.