Este año es el centenario de la fundación mítica del APRA. Haya estaba desterrado en México y, en vísperas de partir a Rusia soviética, organizó una ceremonia estudiantil que luego consideró como la fundación del APRA. Pero en ese evento la palabra APRA no fue mencionada ni había adherentes ni programa político. Luego, por razones de su propia narrativa, Haya decidió que ese era el comienzo de la historia partidaria. Necesitaba ese arranque antes del viaje a Moscú.
¿Es importante su trayectoria? Ciertamente. Se trata del partido de mayor antigüedad y envergadura en la historia política nacional. El primer partido de masas. Su pasado ha conocido de todo: lucha contra la oligarquía, heroísmo, compromisos, traiciones y corrupción. Demasiado para solo un partido, de alguna manera representa al país entero. Aunque fue la principal fuerza política del siglo XX, en las últimas décadas ha devenido en apéndice del fujimorismo. Tomado como objeto de estudio tiene mucho que enseñar, porque fue la primera emergencia de la choledad en la política.
Un tema es el caudillismo civil y la construcción de partidos alrededor de un líder indiscutido e indiscutible. Haya asumió este rol luego de la ruptura con Mariátegui y desde entonces siempre fue el jefe. Hubo congresos y conferencias, se eligió a unos y a otros, igualmente se cambió a medio mundo, menos a él. Estuvo por encima.
A diferencia de muchos dueños de un partido de nuestros días, Haya manejó su jefatura con prudencia y habilidad. Estaba interesado en construir un vehículo para la acción política permanente. Logró organizar una red de cuadros y simpatizantes que se traducía en un elevado caudal electoral, gracias a lo cual fue clave en muchos arreglos, aunque también empleó la violencia y generó odios mortales. Fue una polarización temprana del país, había aprismo y antiaprismo. Era parte del paisaje, se decía que en todo pueblo había una comisaría, una iglesia y un local del PAP.
El tema del caudillo en Haya inevitablemente lleva a la comparación con García. Una entrada enfatiza que el primero era austero, mientras que el segundo amaba al dinero, lo cual tendría profundas implicancias en sus carreras. Otra variable es que Haya se dedicó al partido, mientras que Alan a su candidatura. Por eso, Haya tuvo sucesores y García fue un vendaval que ignoró al aparato. El mismo Alan había surgido del último buró de conjunciones de Haya, y sin embargo, después de la muerte del jefe, nunca volvió a funcionar un organismo de preparación de jóvenes para el liderazgo partidario.
Pero,Haya no llegó al poder, mientras que Alan ganó dos elecciones presidenciales limpias. García era un gran candidato, su elocuencia y olfato político le permitieron llegar a Palacio. Pero en la ejecución mostró sus debilidades. La primera vez porque aplicó ideas de los años treinta que no había actualizado. La segunda por su adopción del neoliberalismo y la renuncia a la esencia socialdemócrata del APRA. En ambas, además, por la venalidad que compromete cualquier gestión.
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Otro tema es el programa, el posicionamiento del PAP frente a la sociedad. Haya empezó la tendencia nacional-popular y es el abuelo de los populismos latinoamericanos clásicos. Pero, en el camino giró a la derecha en distintos grados. Perdió noción de la meta para conservar el vehículo. Alan repitió el ciclo a la derecha; pero peor, descuidó al partido, que perdió tejido organizativo y caudal electoral. El APRA dejó su nicho y encontró que el fujimorismo ocupaba su sitio. Como dicen los chicos, “se fue al barranco y perdió su banco”.
Actualmente, el APRA es un pálido reflejo de su trayectoria anterior. Su historia es aleccionadora sobre el destino de las promesas incumplidas. Después de un tiempo se desvanecen en el aire.