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2024: Entre el pesimismo y el compromiso ciudadano, por Patricia Paniagua

“Apostemos por el compromiso ciudadano de ser agentes de un cambio que va más allá del cambio del digito de un año o de un calendario”.

Se termina la primera semana de un año, que acaba de empezar, pero al que llegamos con muy pocos motivos para vislumbrar, con esperanza, tiempos nuevos y sustancialmente mejores para nuestro país.

El 2023 se cerró, en el plano político, con el balance negativo de una clase política que, escudada en su cinismo e indolencia, parece irrefrenable en su afán de tomar el poder para fines delictivos, someter instituciones al antojo y en el nombre de las mafias que buscan obstruir la justicia y mantener operativos sus tentáculos de corrupción y criminalidad que confabulan, permanentemente, en contra de los intereses ciudadanos.

Este escenario de degradación y descrédito es posible, únicamente, en término de supervivencia, a causa de la imperante percepción de impunidad que asola nuestro país. Prueba de ello es la permanencia de un régimen, responsable de haber ejercido en medio de la protesta, entre otras cosas, la represión letal contra más de 50 ciudadanos y ciudadanas de nuestro país, sin que, al día de hoy, exista ninguna responsabilidad política ni penal al interior del Ejecutivo. A ello se suma la impunidad de las mafias y del crimen organizado que avanzan de manera incontrolable, y que nuestras autoridades parecen subestimar con absoluta negligencia, y cuyas principales víctimas son ciudadanos y ciudadanas que, a diario, se esfuerzan, arriesgan, trabajan, emprenden y sortean, con temor, el robo, la extorsión, el sicariato, etc.

Por otro lado, la economía nos ha dejado también valores muy preocupantes que dan cuenta de una recesión galopante, que cada una de las familias peruanas ha podido percibir en menor o mayor medida y que golpea con dureza a las poblaciones vulnerables que viven en condiciones de exclusión y pobreza, y cuya seguridad alimentaria se encuentra en emergencia, y su salud y educación son también afectadas por esta causa.

En el orden internacional, la terrible guerra desatada en el Medio Oriente y el doloroso saldo de población civil, en especial niños, niñas y adolescentes, cuyas vidas han sido apagadas entre el terror de los ataques, el hambre, la falta de suministros para la salud y la absoluta e incomprensible crueldad.

Este balance, sin duda, estremece, escarapela, paraliza, y nos deja innegables razones para la desesperanza, sin embargo, es cuando surge la imperativa necesidad de cuestionarse si es este, precisamente, el momento de trascender al natural pesimismo y apostar por el compromiso ciudadano, de usar nuestra voz y acción para sumar y afirmar el poder ciudadano, de la comunidad, de los unos y los otros que construyen un proyecto común.

En tiempos en que hay quienes se esfuerzan en infundir pesimismo, para dejarlo “todo como está”, desarmarnos como ciudadanía con una mirada distante “del otro” que solo nos debilita, apostemos por el compromiso ciudadano de ser agentes de un cambio que va más allá del cambio del digito de un año o de un calendario.