(*) Politóloga
(**) Salubrista y epidemiólogo. Lab. Innovación en Salud. Universidad Peruana Cayetano Heredia.
El dengue es la enfermedad tropical de más rápida propagación en el mundo y que tiene potencial pandémico, según comunicaciones recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A pesar de nuestra larga convivencia con el virus, el fenómeno de El Niño hace más notoria la desidia y –como dice el historiador en salud Marcos Cueto– la eterna vocación de regresar a los mismos problemas para no resolverlos.
A mediados de los 60, Lima bailaba al ritmo del dengue. El músico cubano Pérez Prado había contagiado su ritmo ‘El dengue’ en la capital, y en otras regiones del país se consideraba que la enfermedad había sido eliminada en la década anterior. Sin embargo, esta estrategia tenía sus límites: en el primer Congreso de Salud Pública, organizado en 1962, los especialistas resaltaron que los recursos públicos y la capacidad del Estado eran limitados, y que la pobreza y la migración son factores que juegan en contra, según señala un estudio de Carlos Bustíos y colegas. Los factores geográficos y sociales (la guerra interna y la crisis en los 80) impactaron posteriormente en la capacidad de respuesta. En 1984, el virus regresa, se reportan en Iquitos los primeros casos y la enfermedad se va a expandir a regiones de la selva alta como San Martín, Satipo y Chanchamayo. En 1990, un cuarto de la población de la capital de Loreto habría sido infectada con dengue.
A partir de ahí, se toman diferentes medidas para gestionar la enfermedad (más que prevenir o erradicarla). Se empiezan a destinar fondos públicos específicos para su atención. En 1992, se declara, de interés nacional el Programa de Emergencia de Agua Potable para la región de Loreto. En 1997, se busca atacar un factor clave en la transmisión de la enfermedad: las llantas. Con la liberalización del mercado a inicios de los 90, se habían importado un número importante de llantas del Brasil. Según el Decreto Supremo Nº 003-97-SA, en esas llantas habían viajado criaderos de huevos y larvas de mosquitos (que podían vivir hasta dos años en ellas) y eso estaba transformando ciertas zonas en áreas endémicas de la enfermedad. Esa norma suspende la importación de llantas usadas como principal medida para dejar de importar también la enfermedad. Sin capacidad para operar, el Estado va a apoyarse en alianzas internacionales: se firmó un convenio de donación con Estados Unidos para luchar contra enfermedades emergentes y reemergentes y también un convenio de cooperación técnica para trabajar en la frontera con Colombia.
Sesenta años después, acciones concertadas y multisectoriales, que involucren desde el ordenamiento territorial, provisión de servicios básicos de saneamiento y salud, hasta inteligencia sanitaria siguen aún descompasados, mientras que con el cambio de siglo vemos repetirse un ritmo ya conocido, el ritmo del dengue.