La decisión del alcalde del Cusco de no invitar a la presidenta de la república Dina Boluarte, y a ningún ministro ni congresistas al Inti Raymi este 24 de junio es insólita tanto por el hecho en sí mismo como porque su exabrupto no ha generado mayor reacción.
El problema lo tratamos en el programa ‘4D’ de LR+ del viernes, a propósito del imperial anuncio del imperial alcalde de la ciudad imperial, Luis Pantoja, destinado a atender al activismo de la protesta política: “No vamos a invitar a la mandataria ni a ningún parlamentario porque no queremos manchar la fiesta nuestra”.
¿“Nuestra fiesta”, dijo el burgomaestre? ¿El Inti Raymi es solo de los cusqueños o de todos los peruanos? ¿La virgen de la Candelaria es solo de los puneños? ¿La semana santa de los ayacuchanos? ¿La vendimia de los iqueños? ¿El carnaval de Cajamarca de los cajamarquinos? ¿Y la procesión de señor de los milagros de quién es?
Hará tres décadas, a un alcalde del Callao se le ocurrió que el personal que se contrate en la provincia constitucional solo sea del Callao. En la comisión de acceso al mercado de Indecopi que yo integraba, y donde se anuló su absurda norma, se le preguntó quién es del puerto: ¿los nacidos ahí, los que viven ahí, los hinchas del Sport Boys?
La aceptación de decisiones como esas implica un riesgo pues supone la autonomía para privatizar distintos espacios del país con criterios chauvinistas o de otra índole, pero carentes de sustento y afectando derechos de las personas, como la libertad de circulación en el territorio nacional, lo cual no es fenómeno reciente.
Para no hablar del bloqueo de carreteras que muchos aceptan como expresión legítima de protesta, pero que es un delito porque constituye una grave invasión al derecho al desplazamiento, a lo mismo apuntan obligaciones a empresas a contratar mano de obra de la comunidad local. O a la costumbre puneña de aceptar el ingreso de periodistas solo si promoverán sus protestas en línea con su pensamiento (un atentado evidente e inaceptable a la libertad de expresión). Incluso, la prohibición al estadio del ingreso de hinchas del equipo visitante a un partido de fútbol.
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El Perú es de los peruanos, pese a quienes quieren balcanizarlo.