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Opinión

Vanidades, alucinación y Malcricarmen, por Augusto Álvarez Rodrich

"El parlamento desafía cada día la tolerancia de la ciudadanía".

larepublica.pe
AAR

La condecoración a Maricarmen Alva con la medalla de honor del Congreso en el grado de Gran Cruz, junto con el develamiento de su retrato en concurrida celebración, constituye, más allá del debate sobre el merecimiento individual de la homenajeada, un error grave de un parlamento que juega con fuego al desafiar la paciencia de una ciudadanía que desprecia a los legisladores y a la institución en su conjunto.

La aprobación del Congreso por el 6% según IEP y 13% según Ipsos —y su desaprobación por parte del 90% y 81%, respectivamente— son solo una expresión numérica de un problema mayor: la lumpenización iniciada hace ya varios años y que se ha radicalizado en el parlamento actual.

Cada vez con menos excepciones, este es un Congreso mediocre y corrupto, lleno de ladrones. Por un lado, los que delinquen como un modus operandi, como una forma de vida, ya sea cobrando por leyes que salen o se paran, o por unos extorsionadores que chantajean a los funcionarios quitándoles parte de sus sueldos y bonos si no quieren perder el empleo. Como el magisterial y castillista Edgar Tello.

Por el otro lado, los que se hacen de la vista gorda renunciando a su papel de fiscalización que también debiera incluir lo que pasa dentro de casa. Porque es evidente que todos los funcionarios del congreso comentan lo que les pasa a sus colegas, y estos a sus jefes, los congresistas.

En este sentido, los parlamentarios de hoy son corruptos porque son solidarios con la corrupción. ¿En cuatro meses nadie se dio cuenta de que la digna calle de una exintegrante de la mesa directiva era Brickell y no la Abancay? No es la única de la legión extranjera congresal: el podemista José Elías estuvo 150 días fuera del país en dos años.

Las ceremonias de reparto de medallas, develamiento de cuadros y los champancitos hermanitos con bizcotelas en la Plaza Bolívar, como la de ayer para alimentar la vanidad de una parlamentaria como Alva, cuya prepotencia, vehemencia y falta de sentido común han ofrecido varias imágenes penosas, desafían la paciencia de la gente ante un congreso vergonzoso que no para de alejarse del sentir de una ciudadanía a la que agravia e irrita con su actuación corrupta y mediocre.