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Opinión

Tren llamado deseo, por Eloy Jáuregui

"Mientras, por causa de la corrupción y las mafias, yo sigo en el paradero esperando y esperando".

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ELOY

Mi infancia la pasé en los tranvías de Lima. Era un transporte cómodo y barato. Iba al colegio en tranvía y con mi familia nos trasladábamos a las playas de Chorrillos y La Punta. Las máquinas eran eléctricas y no se gastaba en combustible. Tengo el olor a madera y grasa en la punta de la nariz y recuerdo a los “acoplados” que recorrían todos los balnearios del sur. En realidad, había líneas para todo Lima, el Rímac, San Miguel, Magdalena, Barrios Altos y yo acompañaba a mi padre a su trabajo en el tranvía que terminaba en la plaza San Martín.

Pero un día la mafia de los transportista alentó una huelga de tranviarios y se acabó el servicio y llegaron los microbuses que fregaron todo el tránsito de la capital. En esa época se construyó la Vía Expresa y la Costa Verde, y los alcaldes Bedoya y Dibós se llevaron los laureles que no merecían. La obra del ‘Tucán’ quedó inconclusa porque no se conectó con la Panamericana Sur. Y frente al mar ocurrió lo mismo porque se truncó en Barranco, cuando su destino era el Callao.

El nombre de esta columna intenta parafrasear a la cinta La ilusión viaja en tranvía, película mexicana de 1954, dirigida por Luis Buñuel, en la que narra en clave de comedia los diferentes avatares que suceden en un viaje en tranvía por la Ciudad de México. Pero los limeños vivimos con otra ilusión, que se termine de construir la Línea 2 del Metro que empezó sus obras en 2015 y hasta ahora no funciona.

En una realidad cargada de burocracia. Y ocurrió otro freno: la salida accidentada de María Jara de la ATU da cuenta de cómo las disputas entre esta entidad, el MTC y la concesionaria de la Línea 2 retrasan desde hace meses la recepción de la obra y la incierta puesta en marcha del tramo 1A.

El especialista Carlos Ugaz asegura que los problemas que han causado retrasos tienen origen en los mecanismos de resolución de controversias. El contrato de asociación público-privada es difícil de modificar y trata al Estado peruano y a la concesionaria como iguales. “En pocas partes del mundo existen contratos que ejecuten proyectos tan grandes con un modelo como el que se hizo en Lima”, dijo. Mientras, por causa de la corrupción y las mafias, yo sigo en el paradero esperando y esperando.