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Opinión

Descentralizar para la acción climática, por Mariana Escobar

“Si no hay capacidad de gestión del riesgo de desastres, mitigación y adaptación en la agricultura, el efecto ‘bola de nieve’ será imparable. Estos fenómenos son predecibles”.

larepublica.pe
“Si no hay capacidad de gestión del riesgo de desastres, mitigación y adaptación en la agricultura, el efecto ‘bola de nieve’ será imparable. Estos fenómenos son predecibles”.

Los extremos climáticos que afectan al Perú están impactando los sistemas alimentarios y la seguridad alimentaria. Se calcula1 que se han afectado 48.400 hectáreas de cultivos, se ha reducido la disponibilidad de tierras para la producción y hay un detrimento de 281.804 cabezas de ganado. Se registran daños importantes en infraestructura productiva (758 km de canales de riego) y afectaciones a las vías de comunicación, perjudicando acceso a mercados y distribución de alimentos (1.070 km carretera y 25.3 km camino rural). En la pesca, hay impacto en la disponibilidad de especies que migran por cuenta del calentamiento del agua, y en la acuicultura, la situación climática está afectando calidad del agua, disponibilidad de alimento para los peces e infraestructura de granjas acuícolas.

Pero eso no es todo. En 2022 hubo la mayor sequía en 58 años en el centro y sur del país, con pérdidas del 30% de los cultivos en la sierra. La pluviosidad actual en zonas medias y bajas está impidiendo la recarga del acuífero en zonas altas, lo cual no aliviaría la sequía en muchos lugares. Sequías y lluvias serán cada más recurrentes y extremas en un país con la mitad de su población en inseguridad alimentaria –la más alta de Suramérica–, situación que prolongará la cadena de efectos socioeconómicos que han dejado la pandemia y la crisis global de escasez de alimentos y fertilizantes en 2022.

En este contexto toda respuesta de emergencia es más que necesaria, pero no suficiente. Actuar ya para el mediano y largo plazos es ineludible. En las últimas décadas el Perú ha producido un sinnúmero de instrumentos para mantener los niveles de producción haciendo frente al cambio climático. Objetivos, acciones y proyectos que mantienen total vigencia y pertinencia. Sin embargo, hay muchos que aún no logran materializarse suficientemente. Quiero destacar aquí la urgencia de descentralizar competencias y capacidades con recursos para fortalecer el nivel regional y local. No da espera.

El territorio no es solo la “primera línea” de impacto del cambio climático; lo es también para la acción. Si no hay capacidad de gestión del riesgo de desastres, mitigación y adaptación en la agricultura, el efecto “bola de nieve” será imparable. Estos fenómenos son predecibles, y por ende, sus efectos son no solo mitigables sino prevenibles. Por ello se requiere de gobernadores, alcaldes y productores y productoras preparados para afrontar, mitigar y adaptarse a los impactos negativos, con estrategias y presupuestos significativos, activando mecanismos tales como el programa de incentivos a la mejora de la gestión municipal.

Avanzar en descentralizar efectivamente sistemas de alerta temprana con participación activa del territorio para que la información se genere y difunda adecuadamente; activar mecanismos regionales de transferencia de riesgos climáticos como seguros catastróficos; manejar integralmente recursos naturales en microcuencas y rehabilitar y construir infraestructura hidráulica adecuada para la prevención y reducción de riesgos; diversificar cultivos, uso y conservación de variedades nativas y aplicar técnicas agroecológicas para la producción, entre otras. Para lo anterior existen y circulan de sobra experiencias y buenas prácticas. Voluntad política y presupuestal para adoptarlas, adaptarlas y escalarlas, apalancándose en el territorio, sus autoridades y actores relevantes, son parte de la clave para que esta crisis no vuelva a ocurrir.