El 1 de abril, un piquete en Santa Lucía, provincia puneña de Lampa, cerraba el paso a Alfonso López Chau y a su comitiva. El rector de la UNI recordó a los protestantes la decisión de acoger a los estudiantes venidos de Puno, Cusco y Arequipa durante las movilizaciones en Lima. El cuidado que se prodigó a esos muchachos dentro del campus de la UNI, en momentos de durísima represión en la universidad de San Marcos, llevó a los piqueteros de Lampa a dejarlos pasar. Un acto que tiene de ayni, de gesto de reciprocidad.
Este “derecho de tránsito” ha pasado desapercibido en Lima. Y, sin embargo, el gesto habla de un flujo de personas y de palabras: un diálogo que se abre entre los movilizados y una figura política, a quien conceden una cierta credibilidad. No es poco. En estos meses, ese derecho de interlocución permaneció cerrado en Puno, incluso a figuras políticas de izquierda.
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López Chau llegó a Puno invitado por el rector de la Universidad del Altiplano. La legitimidad política de la que goza hoy el rector de la UNI tiene que ver con la acogida a los estudiantes venidos del sur andino y también con haber plantado cara a un Congreso hostil y reaccionario.
A la pregunta de un periodista, el rector dejó entrever su interés en postular a la presidencia de la república. Se declaró de centroizquierda y afirmó una apuesta por partidos políticos sólidos. De otras declaraciones, se sabe que otorga a las instituciones un peso decisivo en la forja de una democracia radical y que apuntalen un cambio del modelo económico neoliberal. Pero la opinión pública todavía no se forma una idea acabada del rector de la UNI. En una mesa en San Marcos que compartió con Héctor Béjar y Aníbal Torres, estos sostuvieron la tesis del “secuestro” del expresidente Castillo. Ante esta afirmación espúrea, no se escuchó la posición de López Chau. Si optara por jugar a la ambigüedad, cedería espacio a otras figuras que sí se afirmen en una versión certera de los hechos.
Un campo progresista, de consolidarse con este y otros liderazgos, exige en estos tiempos “ensanchar la democracia”, convocar a amplios sectores democráticos a cerrar filas y que den cara a la amenaza de fuerzas reaccionarias y golpistas. Un bloque nacional y popular que exija elecciones y la salida del régimen Boluarte y que evite con esto un mayor socavamiento de derechos, impunidad y la persistencia de tanta represión feroz en las calles.
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La experiencia de la Guerra Civil en España (1936-39) expuso el destino trágico del bando republicano, enfrascado en luchas sectarias. Cómo una izquierda dogmática más interesada en desmarcarse de las otras fuerzas políticas dentro del campo republicano terminó diezmando la lucha contra el fascismo. Si hoy se tiene claro cuál es el enemigo principal, será posible evitar, tal vez, un nuevo descalabro.