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Opinión

¿Está la democracia en peligro?

Cuidado, Castillo no tiene la fuerza para destruirla, pero...

larepublica.pe
Cuidado, Castillo no tiene la fuerza para destruirla, pero...

Si el presidente Pedro Castillo fuese capaz de cumplir al menos la mitad de los exabruptos contra la institucionalidad que lanza cada día, la democracia peruana estaría en serio peligro.

La verdad es que nuestra democracia está en peligro desde hace tiempo por su incapacidad creciente para resolver problemas básicos de la ciudadanía, como se constata en el Barómetro de las Américas: 79% está insatisfecho con la democracia y solo 21% la aprueba, únicamente por encima de Haití, nación donde la pregunta política más frecuente es ¿quién gobierna este país?

Sin embargo, a pesar de sus problemas inocultables, la democracia no solo es el menos malo de los sistemas sino el único que se debe apoyar, y eso es lo que Castillo está erosionando.

Por un lado, mellando un factor clave de la confianza ciudadana en la democracia: la calidad de vida. Por el otro, con arengas antidemocráticas que corroen las bases de la democracia y sus instituciones claves como la libertad de expresión o la justicia, entre otras.

Eso hizo ayer en una ceremonia en el patio de honor de Palacio, donde recibió a unos mil licenciados de las Fuerzas Armadas para que, a cambio de medidas a su favor, despotriquen contra el Congreso, el periodismo y la justicia, lo que es festejado y amplificado por el propio Castillo con torpedos más potentes contra la institucionalidad.

Estas bravatas antidemocráticas ante grupos diversos que lleva cada día a Palacio de Gobierno –enfermeros, mineros, etc.– son cada vez más frecuentes desde que Castillo fue denunciado por la fiscal de la Nación, al igual como lo hizo después del mensaje de fiestas patrias, con la complicidad del premier Aníbal Torres y de varios ministros.

El ADN de Castillo –como se ve en cada discurso– no es democrático. Si él no arrasa con la democracia es, por un lado, por no tener la fuerza suficiente por carecer del respaldo del Congreso –a medias–, Fuerzas Armadas, Fiscalía, inversión y periodismo, entre otros; y, por el otro, porque es un presidente torpe, sin capacidad de armar un golpe.

Pero no está de más empezar a prestarle atención al discurso golpista y antidemocrático de un presidente cada vez más angustiado por tener a la familia prófuga o en la cárcel, y saber que ese es ya su destino inexorable.