La premier Mirtha Vásquez parece enfrentar corrientes opuestas a los objetivos de gobierno dentro y fuera del gabinete. Frente a esta situación la ministra parece haber decidido hacerles frente y no amedrentarse. Una muestra más de su convicción y valentía. Sin embargo, ir a contracorriente tiene límites, pues supone un desgaste acelerado de energía.
Dos de sus ministros anteponen sus intereses a los del país. Por un lado, el ministro de Defensa que tiene que responder por la remoción hecha a los altos mandos de las Fuerzas Armadas, cambios que parecen una especie de sanción por no ascender a personas vinculadas al presidente Castillo. El ex comandante general del Ejercito, José Vizcarra, amenaza con hacer públicas comunicaciones no solo del ministro sino del propio presidente. Es evidente que esta decisión traerá consecuencias. Vásquez intentó el retiro del ministro del gabinete, incluso como protección al propio presidente, pero parece que este no entiende la gravedad de la crisis y ha decidido mantenerlo.
Por otro lado, el ministro de Transportes está empeñado en poner en evidencia su conflicto de intereses. Como se sabe, su experiencia previa en ese sector está asociada a tener papeletas por realizar un servicio informal. Su compromiso con un sector de transportistas, para asegurar la ampliación de licencias de manera automática por 10 años, así como retirar a María Jara de la ATU, no es más que la comprobación de su rechazo al proceso de formalización del sector. Vásquez se ha reunido con la señora Jara y le ha expresado su respaldo. En el Congreso, Juan Francisco Silva, titular del MTC, pese a los sólidos argumentos, acaba de salvarse de una interpelación, pero eso no resuelve el problema de fondo. Nuevamente, el presidente no dimensiona el nivel del problema y parece no reconocer los esfuerzos de la premier para evitar una crisis mayor.
Y junto a intereses subalternos, tenemos también inexplicables descuidos de ministros como el de Energía y Minas, a quien la premier ha tenido que dirigir una carta formal recordándole que tiene responsabilidad en el proceso de renegociación del contrato del gas de Camisea y que las sesiones no se pueden seguir postergando por su inasistencia.
Pero junto a estas corrientes subalternas dentro de su gabinete, la premier tiene que enfrentar a un sector de la opinión pública que aparece hoy lleno de indignación y exigiendo eficiencia al máximo y compromiso claro con procesos de formalización, pero que durante años apañaron a gobiernos municipales como el de Castañeda Lossio, que tiró al suelo la reforma del transporte; o a gobiernos nacionales como el de García, que tuvo más de un escándalo precisamente por movimientos cuanto menos extraños en las Fuerzas Armadas.
En esta marea, la premier tiene que navegar. Buscar no caer en el juego cínico de este sector de la opinión pública, a la vez que enfrentar los flancos débiles de su gabinete. Contra la corriente