Gustavo Petro se convertirá en el primer presidente de izquierda de Colombia tras imponerse sobre el conservador Rodolfo Hernández de la Liga de Gobernadores Anticorrupción, en las elecciones del domingo 19 de junio. Este triunfo fue celebrado por simpatizantes, quienes festejaron el “cambio” que representa el exalcalde tras alcanzar la Casa de Nariño.
“Estamos escribiendo en este momento una nueva historia para Colombia, para América Latina, para todo el mundo (…). Lo que viene es un cambio de verdad, real. No vamos a traicionar a ese electorado que le ha gritado al país y a la historia que, a partir de hoy, Colombia es otra”, precisó Petro durante un evento organizado para agradecerle a sus votantes.
Aunque sus propuestas de campaña trazan un camino claro sobre cómo debería ser su gobierno, son los datos de su pasado, promesas y creencias personales los que forman la figura de un candidato que, de cualquier forma, ha cambiado la escena política colombiana para siempre.
El M-19 surgió en 1970 como respuesta a un supuesto fraude en las elecciones presidenciales de ese año. La amenaza de este grupo fue, sin embargo, muy inferior a la de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, quienes tenían una ideología marxista.
El grupo militar urbano fue formado por universitarios, activistas y artistas que soñaban con derrocar un sistema de gobierno que ellos sentían no hacía suficiente para reducir la brecha entre los ricos y los pobres. Es así que un idealista como Gustavo Petro, de 17 años, se une a la lucha, en la que permanecería 10 años.
Inicialmente, el movimiento asaltaba camiones de los supermercados para distribuirlos en barrios pobres, proyectando una imagen de Robin Hood, pero su crueldad fue escalando con el pasar de los años, hasta desembocar en uno de los eventos más sangrientos en la historia reciente de Colombia: el sitio del Palacio de Justicia en 1985, que dejó 94 fallecidos.
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Las labores de Petro en el M-19 eran bastante básicas y principalmente enfocadas al almacenamiento de armas, señaló Sandra Borda, profesora de ciencias políticas de la Universidad de los Andes en Bogotá, quien le dijo a The New York Times que “la clave es que no era parte del círculo principal de toma de decisiones del M-19. Estaba muy joven en ese momento. No participó tampoco en los operativos más importantes del M-19, los operativos militares”.
Durante la toma del Palacio de Justicia, Petro estaba en la cárcel por pertenecer a la agrupación, misma que terminó por desmantelarse en 1990, en uno de los procesos de paz más exitosos en la historia del país.
El M-19 se convirtió en un partido político y ayudó a reescribir la constitución del país para priorizar la igualdad y los derechos humanos.
El M-19, que nunca tuvo el poderío militar de las FARC. Foto: BBC
Tras ser electo alcalde de Bogotá en 2011, Petro fue el responsable de la infame “crisis de las basuras” tras poner en marcha una reestructuración del sistema de aseo de la ciudad, incluyendo a los recicladores y dejando la recolección de la basura en manos de la empresa pública Aguas de Bogotá.
El nuevo esquema resultó problemático al no poder cubrir la demanda de desechos en la ciudad, por lo que el mandatario tuvo que firmar contratos con las empresas privadas Aseo Capital, Lime, Ciudad Limpia y Atesa, para encargarles el 48% de las labores.
Como consecuencia, la Procuraduría resolvió destituir a Gustavo Petro como alcalde e inhabilitarlo por 15 años para asumir cargos públicos, argumentando tres faltas: darle el servicio de aseo al Acueducto de Bogotá y a Aguas de Bogotá, quienes no contaban con experiencia en el tema; vulnerar los derechos de la libre empresa y competencia, al establecer que el servicio de aseo solo podía ser prestado por el Distrito; y usar volquetas que no tenían las condiciones mínimas necesarias.
Petro recurrió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), entonces, alegando que se trataba de una persecución política, y logró que el organismo ordene medidas cautelares para evitar su salida. Sin embargo, el entonces presidente, Juan Manuel Santos, ordenó su salida e incorporó a Rafael Pardo como reemplazo.
Eventualmente, el Tribunal Superior de Bogotá terminaría por ordenarle al presidente que acate las medidas cautelares proferidas por la Comisión, devolviendo a Petro a la alcaldía. Años más tarde, en 2017, el Consejo de Estado revocó la decisión de la Procaduría señalando la falta de criterios técnicos a la hora de tomar la decisión, y les ordenó indemnizar a Petro con los salarios que no recibió durante el tiempo que estuvo fuera del cargo.
Gustavo Petro como alcalde de Bogotá. Foto: AFP
Quizá una de sus posturas más controversiales y la que más ha pasado desapercibida durante los últimos meses, es la idea que tiene de brindar un perdón generalizado a los victimarios “independientemente de si estos cometieron crímenes políticos amnistiables e indultables o cometieron crímenes contra la humanidad”, según comenta el mismo Petro.
“¿Podríamos pensar que es posible que, a Colombia, después de dos siglos de guerras perpetuas le ha llegado un momento de perdón social generalizado? Yo pienso que sí”, agregó el ahora presidente frente al Senado, en agosto de 2021.
“El perdón social es una expresión de la sociedad en busca de reconciliación. Tiene un motor: acabar con un conflicto en Colombia. Y, por tanto, la cárcel no es la pieza fundamental, (lo) es el corazón del ser humano”, dijo Petro a Fernando Ramos, de CNN, durante una entrevista en mayo de este año.
“Si somos capaces de perdonar una serie de hechos que diríamos imperdonables dentro de la historia de Colombia reciente, entonces seremos capaces de reconciliarlos”, concluyó.
Petro cree que este perdón social debe construirse sobre ciertas condiciones, basadas en un proceso previo de “verdad y reparación de las víctimas, a través de mecanismos concretos”.
Al respecto, Petro ya había señalado en agosto de 2021 que antes de cualquier amnistía, “debe haber devolución de todos los bienes a los despojados y verdad completa”.
El 30 de mayo, un juez de la Audiencia Nacional española admitió a trámite una denuncia contra Gustavo Petro por haber integrado el grupo militar M-19. Entre los crímenes atribuidos a esta guerrilla se encuentran múltiples secuestros y asesinatos, uno de los cuales es el de un periodista de nacionalidad española: Fernando Gonzales Pacheco.
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El juez Joaquín Gadea expuso que, dado que la Fiscalía se opuso a la admisión de la denuncia, “debe acordarse una inicial diligencia de investigación, en orden a ofrecer a los herederos de la víctima del secuestro, la posibilidad de ejercer acciones penales”.
Según la denuncia interpuesta en la Audiencia Nacional el pasado 18 de marzo, Petro habría incurrido en delitos de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio como integrante de un grupo armado que, durante al menos dos décadas (entre los años 70 y 80), “empleó de manera sistemática e indiscriminada el secuestro de personas, así como la tortura y el asesinato” para “destruir” al ‘enemigo’, entre ellos, oponentes políticos, miembros de las fuerzas públicas, periodistas, empresarios, personal diplomático y altos funcionarios de los poderes públicos.
Gustavo Petro tras su victoria en la segunda vuelta presidencial de Colombia, el domingo 19 de junio. Foto: EFE
Petro confesó en una entrevista con el diario Semana, que tiene formación católica, tras haber estudiado en un colegio regido por curas lasallistas, quienes le enseñaron la teología de la liberación.
“¿Qué es la teología de la liberación? La opción preferencial por los pobres, desde una visión muy cristiana. Eso a mí me impregnó y siempre vi en este tema de mi acción política una opción preferencial por los pobres”, señaló el exburgomaestre.
“En la teología de la liberación lo que importa no es la forma, el rito, sino el compromiso, he visto católicos que se arrodillan y votan por Uribe para que mate muchachos. Yo no creo en estos rituales, sino en el compromiso”, agregó.
Petro contó que no va a misa ni es “rezandero”, pues considera que esas cosas son más de la boca para afuera y lo suyo es el compromiso. Como ejemplo de su creencia, mencionó la historia de Jesús y la mujer acusada de adulterio, a quien el mesías salvó de ser lapidada.
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“Jesús ama a una trabajadora sexual que va a ser lapidada y es trabajadora sexual porque es pobre y se convierte ella en uno de los pilares del catolicismo. Ese Jesús es un Jesús de compromiso, él logra convencer a los hombres que quieren lapidar a la mujer, ahí está la sociedad patriarcal, la sociedad de la injusticia, la sociedad desigual. No es el lapidador el que tiene la razón, es la trabajadora sexual”, recordó.
Con información de EFE