
En 1996, Beck Weathers, quien ahora tiene 70 años, formó parte de un grupo que escaló el monte Everest. Esta se trató de una de las expediciones más trágicas y sorprendentes en la historia del alpinismo. El joven Weathers era un especialista en anatomía patológica, estaba casado y tenía hijos. Sin embargo, el hombre sufría de depresión desde los 20 años. Esta condición le había hecho mucho daño a su familia, ya que constantemente él los abandonaba. Cuando Beck le comentó a su esposa que quería escalar, ella no se interpuso y lo dejó irse a escalar los siete picos más altos del mundo.
Con 50 años, Weathers se embarcó en el ascenso de la montaña. Él confiesa que, en cuanto alcanzaron mayores altitudes, el efecto de la privación de oxígeno empezó a apoderarse de los alpinistas y que el frío resultaba insoportable. Sin embargo, finalmente lo lograron y alcanzaron la cima, pero el trayecto había sido duro, aunque lo superaron.
El rostro de Beck quedó negro debido al congelamiento por las altas temperaturas.
Lo que parecía una fantasía para Beck, terminó convirtiéndose en una pesadilla cuando empezó a aproximarse una fuerte tormenta. Muchos de los alpinistas descendieron al campamento base; sin embargo, otros se quedaron atrapados en la montaña intentando sobrevivir a las heladas temperaturas. Los montañeros que habían logrado refugiarse a tiempo de la tormenta tuvieron que tomar decisiones difíciles al día siguiente. Se aproximaron a cargar a los hombres que habían logrado sobrevivir y que se encontraban congelados y demasiado débiles para caminar.
Sin embargo, ya que no había suficientes personas en condiciones, decidieron ver a quiénes salvar: "Aunque seguíamos respirando, estábamos al borde de la muerte, y ellos pensaron que no podríamos sobrevivir al viaje de regreso y decidieron dejarnos morir. Era una especie de elección médica, al igual que en las guerras, la típica forma de decidir bajo esas circunstancias". Beck comenta que tuvo un coma hipotérmico que duró 22 horas. Al levantarse, sus manos y nariz estaban negras debido al congelamiento.
Weathers cuenta que, después de casi estar muerto, empezó a valorar a su familia y se dio cuenta de que su depresión lo había llevado a ignorar a su esposa e hijos. Finalmente, cuando llegó a casa, su esposa recibió a un hombre totalmente distinto. Sin embargo, debido a lo que sufrió Beck, le amputaron una pierna y ambas manos. Debido a las heladas temperaturas, su nariz estaba deformada, pero los médicos lograron reconstruírsela.
Beck y su esposa escribieron un libro llamado Dado por muerto: mi regreso a casa desde el Everest, el cual, en 2015, fue llevado a los cines.

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