China experimentó una transformación económica notable en las últimas décadas. Desde la fundación de la República Popular China en 1949, el país implementó políticas socialistas que, aunque buscaban la industrialización, resultaron en un crecimiento económico limitado y en una población mayormente pobre. A partir de 1978, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, China adoptó reformas orientadas al mercado y una apertura económica que catalizaron un crecimiento sostenido. Permitiendo que China se convirtiera en la segunda economía más grande del mundo.
En la actualidad, China emergió como el principal inversor en megaproyectos en América Latina, desplazando a Estados Unidos en influencia económica en la región. Un ejemplo destacado es el megapuerto de Chancay en Perú, desarrollado por Cosco Shipping Ports con una inversión inicial de 1.300 millones de dólares, proyectando una futura inversión adicional de 2.300 millones. Este puerto busca revolucionar el comercio entre Asia y América del Sur, facilitando el transporte de mercancías y reduciendo tiempos de envío.
Xi Jinping es el actual presidente de China. Foto: AFP.
La proclamación de la República Popular China el 1 de octubre de 1949 representó un hito en la historia del país y en el sistema político global. Con Mao Zedong al frente, el Partido Comunista Chino (PCCh) consolidó su poder tras vencer al Kuomintang (KMT) en una prolongada guerra civil, instaurando un nuevo régimen socialista. Desde la icónica Plaza de Tiananmén en Pekín, Mao anunció la creación de la República, terminando con siglos de dinastías imperiales y poniendo fin a años de inestabilidad.
Durante los primeros años de la República, la economía fue transformada mediante reformas profundas y radicales. Bajo el liderazgo de Mao, se implantó un sistema de planificación centralizada que incluía la colectivización de la agricultura, eliminando la propiedad privada de las tierras y reorganizándolas en comunas. Al mismo tiempo, se nacionalizó la industria, eliminando el sector privado. A finales de los años 50, el Gran Salto Adelante fue lanzado como una ambiciosa política de rápida industrialización y aumento de la producción, pero el proyecto fracasó.
La siguiente década fue testigo de la Revolución Cultural, iniciada por Mao entre 1966 y 1976, para consolidar su control sobre el PCCh y eliminar cualquier influencia considerada “burguesa” o contrarrevolucionaria. Durante este período, se promovió el activismo de los Guardias Rojos, quienes ejecutaron purgas de figuras acusadas de oponerse a Mao. La Revolución Cultural paralizó la economía china, afectando gravemente la producción en fábricas, granjas y escuelas. Este estado de caos generó un estancamiento económico que continuó hasta después de la muerte de Mao.
El liderazgo de Deng Xiaoping a finales de los años 70 trajo consigo una transformación radical en China mediante sus políticas de "Reforma y Apertura". Este periodo de reformas incluyó la implementación de las "Cuatro Modernizaciones", orientadas a fortalecer la agricultura, la industria, la ciencia y tecnología, y la defensa nacional. La estrategia de Xiaoping introdujo el concepto de socialismo con características chinas, incentivando el comercio exterior y la inversión foránea. Uno de los elementos clave fueron las Zonas Económicas Especiales (ZEE), como Shenzhen.
Xiaoping implementó medidas como la descentralización del poder económico y el sistema de responsabilidad familiar en la agricultura, lo que permitió a los campesinos mejorar su producción y sus ingresos. La reforma económica fue seguida por un proceso de internacionalización que culminó con la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, lo cual consolidó su presencia en la economía mundial. La adhesión a la OMC impulsó a China como líder en manufactura y exportaciones, además transformó el comercio global al aumentar la competencia.