El mayor tesoro de América no está compuesto por monumentales pirámides, sino por una vasta colección de piezas de oro, plata y piedras preciosas, escondida durante siglos en la Tumba 7 de Monte Albán, Oaxaca. Este hallazgo, realizado en 1932 por el arqueólogo Alfonso Caso, expuso más de 230 objetos pertenecientes a una princesa de la cultura mixteca, que resguardó este invaluable legado prehispánico.
Las piezas de este tesoro mixteca, que incluyen joyas de oro, plata, turquesa, jade, y cristal de roca, son testimonio de la habilidad artesanal de esta población y de la vasta red comercial que existía en Mesoamérica.
Cráneo adornado con turquesa, perteneciente a la cultura mixteca de Monte Albán V. Foto: Anagoria
El 6 de enero de 1932, el arqueólogo Alfonso Caso y su equipo de exploración hicieron uno de los hallazgos más significativos en la historia de la arqueología en México: la Tumba 7 de Monte Albán. Oculta durante siglos en este sitio arqueológico en Oaxaca, la tumba contenía un tesoro inigualable que los expertos han denominado como el “mayor tesoro de América”. El sepulcro, reutilizado por los mixtecos entre los siglos XIII y XIV, albergaba más de 230 piezas de exquisita orfebrería, hechas de materiales considerados sagrados en la época prehispánica.
Entre los objetos encontrados se destacan ornamentos de oro, plata, jade, y cristal de roca, así como cuentas de turquesa, una piedra altamente valorada y que evidencia las sofisticadas redes de intercambio mesoamericanas. Estos objetos, vinculados a una princesa mixteca, fueron parte de una ofrenda que simbolizaba la unión entre las dinastías de Zaachila y Teozacualco.
La Tumba 7 fue descubierta en 1932 por el arqueólogo Alfonso Caso y es uno de los hallazgos más importantes. Foto: El Economista
El tesoro descubierto en la Tumba 7 de Monte Albán es una muestra exquisita de la orfebrería prehispánica. Las piezas incluyen desde delicadas cuentas de turquesa hasta elaboradas joyas de oro y plata, cada una revelando la maestría de los artesanos mixtecos. Los objetos eran usados en rituales y ceremonias, y muchos de ellos estaban incrustados en huesos y madera, materiales perecederos que, en su mayoría, no sobrevivieron al paso del tiempo.
Según los investigadores, el pectoral podría representar al Señor 5 Lagarto, quien realizó una reforma calendárica. Foto: National Geographic
El uso de turquesa es particularmente significativo, ya que esta piedra no se encuentra en la región de Oaxaca, lo que sugiere que fue importada desde el norte de México. Esto resalta la existencia de complejas redes de comercio mesoamericanas que permitieron la circulación de materiales preciosos a lo largo de vastas distancias. La calidad de los objetos recuperados refleja la alta estima en la que se tenía a estos materiales y la habilidad de los artesanos que los trabajaron.
La preservación de este patrimonio cultural ha sido un proceso largo y meticuloso. Desde su descubrimiento, las piezas han sido restauradas en varias ocasiones, la más reciente dirigida por un equipo de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC). Este proceso ha permitido no solo la conservación física de los objetos, sino también la recuperación de sus propiedades estéticas, como el color y el brillo original.
Según la restauradora Sara Fernández, encargada del proyecto, fue necesario realizar un trabajo exhaustivo para eliminar los residuos de tierra y sales que se habían acumulado en las piezas durante siglos. Gracias a estos esfuerzos, las joyas y ornamentos recuperados de la Tumba 7 pueden ser admirados en toda su gloria en la Sala III del Museo de las Culturas de Oaxaca, proporcionando al público una visión detallada del esplendor de la cultura mixteca.