En Chile, el 11 de septiembre de 1973, fue un día trágico para los ciudadanos del país, debido a que había militares en la calle, detenciones, asesinatos, un bombardeo sobre el Palacio de La Moneda y una batalla a sangre y fuego que concluyó con el asalto al palacio de Gobierno. Aquel día dio paso a una de las dictaduras más crueles a nivel de Sudamérica.
Durante la madrugada del 11 de septiembre, Allende fue informado de los primeros movimientos de tropas que se dirigían a la zona centro. Pero el general Herman Brady le aseguró a Allende que se trataba de fuerzas para contener “posibles desbordes” por el desafuero de parlamentarios oficialistas.
Aunque el golpe no estaba confirmado aún, la maquinaria estaba en marcha; en Concepción, los aviones Hawker Hunter, armados con cohetes, proyectiles explosivos y cañones calentaban motores para dirigirse a la capital.
El presidente chileno Salvador Allende en 1971 con el general Pinochet cabalgando a su lado. Foto: AFP
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Al promediar la medianoche, uno de los mayores conspiradores del golpe de Estado, el almirante José Toribio Merino, se autodenominó comandante en jefe de la Armada. Establecido en la ciudad costera de Valparaíso activó la “Operación Silencio”, un despliegue militar que estuvo encargado de acallar sistemas de comunicación entre la ciudad puerto y Santiago.
Pasada las 4.30 a. m. los ingenieros y técnicos atacaron las radios afines al entonces Gobierno de Allende y generaron el espacio para que las Fuerzas Armadas inicien sus primeras cadenas de transmisión a través de Radio Agricultura.
La dictadura de Pinochet hizo que Chile viviera los años más oscuros en su historia. Foto: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile
Aunque las fuerzas armadas realizaron varios allanamientos, no se encontró ningún arsenal importante en manos de grupos oficialistas o de quienes nunca se habían afiliado al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). La unidad del pueblo y los argumentos que sustentaron la rebelión en esos años para llegar al poder.
Cerca a las 10.00 a. m., el puerto de San Antonio estaba tomado por soldados golpistas. Para esa hora, el exmandatario había reiterado su negativa de abandonar la presidencia y organizó en persona la resistencia al interior de La Moneda.
Las tropas se dirigían al Palacio de la Moneda para buscar al jefe de Estado Allende. Foto: Bettmann Archive
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“Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras, y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”, enfatizó Allende en el último discurso en el que se dirigió al pueblo chileno.
Tras el fracaso para negociar la rendición y configurar una administración con civiles que respetara las conquistas sociales del Gobierno, Allende instruye a sus colaboradores dejar La Moneda. Pasadas las 13 horas se mató con el arma que le regaló Fidel Castro en su visita oficial a Chile en 1971.
Su cuerpo fue retirado de palacio después de las 17 horas. Los partidarios de su Gobierno eran proscritos por la Junta Militar, forzados a la clandestinidad y resistiendo una represión que dejó decenas de miles de víctimas entre torturados, ejecutados y detenidos desaparecidos por los próximos 17 años.
Con información de EFE y AFP.