Carlos A. Moreno. EFE
Unos 156,5 millones de electores están convocados a las urnas hoy domingo para elegir presidente en una disputa polarizada entre el ultraderechista Jair Bolsonaro y el progresista Luiz Inácio Lula da Silva, así como para renovar el Congreso y elegir a los gobernadores regionales.
En vísperas de las presidenciales más polarizadas en la historia de Brasil, la principal duda es si Lula, el líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), conseguirá más de la mitad de los votos válidos, que le garantizarán la elección sin necesidad de segunda vuelta.
Ello debido a que, según últimos sondeos, el exdirigente sindical cuenta con el 50 % de los votos válidos (ya descontados blancos y nulos), mientras que el líder ultraderechista, que aspira a la reelección, tiene 36%.
Ante tal situación, Lula ha dedicado los últimos días de su campaña a buscar el llamado “voto útil”, es decir a atraer a electores de candidatos sin posibilidades que quieran apoyarlo para dejar definido el pleito el domingo.
El expresidente (2003-2010) extendió el viernes su campaña hasta Ceará, el estado de mayor influencia del líder laborista Ciro Gomes, el tercer candidato más votado en las presidenciales del 2018 y que aparece tercero en los sondeos de este año (con un 6 %), con la intención de intentar ganarse a los electores de su exministro.
Mal perdedor. Bolsonaro no quiere aceptar su derrota. Foto: EFE
De acuerdo con los analistas, la posibilidad de que Lula consiga garantizar la reelección el domingo no depende tan solo de su éxito en la campaña para atraer el “voto útil”, sino también del nivel de abstención, ya que una baja comparecencia a las urnas puede perjudicarlo.
La otra gran duda en la víspera de las presidenciales es la posible reacción de Bolsonaro en caso de una derrota, ya que el presidente ha dicho que tan solo aceptará el resultado en caso de que las elecciones sean “limpias y transparentes”, algo que ha generado incertidumbre.
Desde que Lula aparece como favorito en los sondeos, Bolsonaro viene poniendo en duda la fiabilidad y seguridad del sistema de votación electrónico de Brasil, dando a entender que puede ser objeto de fraudes y alegando que las autoridades electorales tienen una preferencia por su rival.
Algunos sectores, incluidos los dirigentes del PT, temen que el jefe de Estado esté preparando el terreno para buscar apoyo para un posible golpe de Estado. La urna electrónica viene siendo usada por Brasil desde 1996 sin que hasta ahora se haya comprobado un fraude.
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Pese al amplio favoritismo de Lula en las presidenciales, los líderes en los sondeos en las disputas por los Gobiernos regionales son candidatos de partidos de centroderecha.
El Unión Brasil, un partido nacido el año pasado de la fusión de los derechistas Demócratas y Partido Social Liberal, es la formación que, según los sondeos, podría obtener más gobernaciones en las elecciones regionales, ya que, según las últimas encuestas, sus candidatos son favoritos en al menos 7 de los 27 estados del país.
Enseguida, los partidos con más candidatos liderando los sondeos son el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), mayor fuerza de centroderecha del país y con opción de elegir los gobernadores de cuatro estados, y el derechista Partido Progresista (PP), con tres aspirantes favoritos.
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Ramiro Escobar. Internacionalista
Hoy al final del día se sabrá si Brasil, el gigante sudamericano, la potencia emergente, gira otra vez hacia la centro-izquierda del espectro, con el aguerrido y controvertido Luiz Inácio Lula da Silva; o si se queda con su presidente ceñudo, negacionista del clima y la ciencia, vitriólico como pocos, Jair Bolsonaro. Hoy se sabrá también si la región se sacude aún más políticamente.
Lula lleva las de ganar, en primera o en segunda, pero nada asegura que el partido se defina este domingo de primavera, o incluso dentro de tres semanas, que serán de fuego si quedan los dos en carrera. El actual mandatario ha puesto incluso en duda la probidad del sistema electoral, en clave trumpiana, lo que prácticamente asegura unas próximas horas turbulentas y sin tregua.
Pero Brasil tiene que sacar ritmo de flaqueza para fortalecer su democracia, más allá de histerias y fake news. La pandemia lo golpeó ferozmente, su impulso geopolítico se ha apagado un poco, tiene muchas peleas intestinas adentro, más armas circulando y una Amazonía a punto de entrar a la UCI. Todo eso es gran medida el legado de Bolsonaro y una síntesis de problemas seculares.
Un gobierno de Lula pondría nuevamente en la cancha con fuerza la integración latinoamericana, quizás un mayor interés en salvar a los ecosistemas tropicales y un mayor foco en la situación de millones de brasileños que no saben si en el día habrá al menos una feijoada. Tendrá como reto, a la vez, huir de la corrupción como de la peste si quiere ser creíble y no decepcionar a sus fieles.