Nooruddin Turabi, ministro de Prisiones de Afganistán, le concedió una entrevista a una reportera de Associated Press y declaró que las amputaciones y las ejecuciones serán parte de este segundo periodo de la dictadura talibana. Se trata de una práctica que ya se había instaurado en el primer mandato y que tiene como finalidad imponer un ejemplo estricto: “Cortar las manos es muy necesario por seguridad”, afirma el mulá.
“Nadie nos dirá cuáles deberían ser nuestras leyes. Seguiremos el islam y haremos nuestras leyes sobre el Corán”, añade el ministro luego de mencionar que el régimen no criticaba las leyes de ningún país y que, por tanto, el suyo tampoco debería recibir críticas.
Los castigos no están puestos en duda, exponerlos al público, sí. Hay autoridades, como el delegado de Información y Cultura en la provincia de Kandahar, Noor Ahmed Sayed, que defienden la exhibición pública con la justificación de que funciona como una terapia social. “Cuando se cuelga a alguien delante de todo el mundo es para dar una lección y se obtienen muy buenos resultados porque todo el mundo ve lo que le puede ocurrir”, señala Ahmed.
Durante el primer quinquenio talibán, los asesinatos y mutilaciones a ladrones eran crueles exhibiciones públicas que se llevaban a cabo en los estadios de fútbol. En este nuevo Gobierno, el miramiento de omitir el espectáculo se sostiene en los objetivos de ganar eco internacional y de quitarse de encima la fama del pasado, pero las palabras del ministro debilitan estas pretensiones.
Este cambio con apariencia de terror también comprende permisos para que las mujeres ejerzan como juezas y para usar la televisión y los celulares, según informó el ministro Turabi.