La justicia francesa condenó este jueves a 18 meses prisión, 14 de ellos en suspenso, al hombre que abofeteó al presidente Emmanuel Macron, quien restó importancia a este incidente que desató la indignación de la clase política.
El tribunal de la ciudad de Valence (sureste de Francia, departamento de Droma) acogió parcialmente la solicitud del fiscal, que había pedido 18 meses de prisión firme contra el autor de la bofetada, Damien Tarel, de 28 años, por “violencia contra persona que ostenta autoridad pública”.
El hombre, quien fue encarcelado, admitió en la audiencia haber dado la bofetada dos días antes durante un viaje del presidente al sureste de Francia.
El tribunal también ordenó a Damien Tarel -sin antecedentes penales- realizar trabajos o someterse a formación, y se le prohibió llevar armas durante cinco años.
Durante la audiencia, frente al acusado, el fiscal Alex Perrin había señalado que esa bofetada, que calificó de “absolutamente inadmisible”, fue un “acto de violencia deliberada”.
Perrin dijo estar preocupado por un posible riesgo de reincidencia, al asegurar que percibía “una especie de fría determinación” en el hombre que dijo que simpatizaba con el movimiento antigubernamental de los “chalecos amarillos”.
Este movimiento de protesta contra la política social y fiscal del gobierno francés nació en noviembre de 2018 y durante casi un año realizó en distintos lugares de Francia manifestaciones a veces violentas.
Damien Tarel, quien se reconoce afín a la derecha política, dijo que su grito de “Montjoie Saint Denis”, que emitió antes de la bofetada, “hace referencia al histórico grito de guerra de los caballeros franceses”.
“También es un lema patriótico”, dijo en el tribunal el hombre, que está desempleado y vive de la asistencia social, y no ha trabajado desde la muerte de su padre hace dos años.
En su alegato, su abogada Elodie Guellier se quejó del papel de la prensa. “Hace 48 horas que vive un infierno”, afirmó, y pidió al tribunal relativizar los hechos.
Apelando al tribunal para que no hubiera “justicia de excepción” ni justicia “para el ejemplo”, sugirió, en vano, trabajos de interés general, pues el encarcelamiento “no llevará a ninguna parte”.