El príncipe Felipe, marido de la reina Isabel II, murió el viernes a los 99 años tras una vida en la que puso su personalidad fuerte y controvertida al servicio de la reina y de la Corona.
Convertido en el consorte más longevo de la monarquía británica tras 73 años de matrimonio, el duque de Edimburgo deja un indiscutible legado como pilar de Isabel II, quien ya había sellado así su trascendencia para la historia: “Simplemente, ha sido mi fuerza y mi soporte”.
Un breve comunicado difundido por el Palacio de Buckingham a las 12.01 hora local (11.01 GMT) dio la noticia del fallecimiento.
Nunca fue el personaje más apreciado de la Casa de los Windsor. Sus procacidades divertían a algunos e irritaban todavía a más. Pero nadie discutió la importancia de su papel en la sombra para una reina que, ella sí, cuenta a sus 94 años con un respeto casi reverencial en el país.
Le gustaba bromear, siempre entre la socarronería y la amargura, con su papel secundario en el Palacio de Buckingham –”soy el desvelador de placas más experto del mundo”–, aunque entre bambalinas contribuyó a capear algunos de los peores temporales a los que se ha enfrentado la monarquía.
No son pocos quienes, en vista de su delicado estado de salud, echaron de menos su presencia en la reciente crisis provocada por las acusaciones de racismo vertidas por los duques de Sussex, Guillermo y Meghan, en una entrevista.
Felipe había dejado el hospital el pasado 16 de marzo. Tras pasar ingresado un mes por una afección cardíaca y salir con un aspecto muy desmejorado, el país era consciente de su fragilidad, pero confiaba en que el duque de Edimburgo pudiese celebrar su centenario, dentro de solo dos meses.
Su muerte pone en marcha la operación “Forth Bridge”, que estipula con precisión cuáles serán los pasos que se seguirán para despedirle.
A petición del propio Felipe, su cuerpo no será velado en público, sino que yacerá en Windsor hasta su funeral privado en la capilla de San Jorge.
Las banderas deberán ondean a media asta desde ahora hasta las 8 de la mañana del día después del funeral, los miembros del Gobierno paralizarán sus intervenciones públicas y se suspenderán los actos de campaña electoral para las elecciones locales y escocesas de mayo.
Además, el Gobierno ha pedido a la ciudadanía que “no asista o participe en ningún evento” relacionado con el funeral o entierro, y que tampoco deposite ofrendas de flores delante de los palacios.
Reconocimiento. El primer ministro británico, Boris Johnson, elogió al duque. “Se ganó el afecto de generaciones aquí en el Reino Unido, a lo largo de la Mancomunidad de Naciones y en todo el mundo”.
Las casas reales y los principales dirigentes del mundo se unieron en un homenaje unánime.
Una de las primeras monarquías en reaccionar fue la belga. “La muerte de su Alteza Real el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, nos entristece profundamente”, comunicaron el rey Felipe y su esposa Matilde.
La canciller alemana, Angela Merkel, expresó su “gran tristeza” por la muerte del príncipe. “Su amistad por Alemania, su franqueza y sentido del deber son inolvidables”.
“El príncipe se dedicó con alegría al pueblo del Reino Unido”, dijo el presidente estadounidense, Joe Biden.
El mandatario ruso, Vladímir Putin, le deseó a la reina Isabel II “valentía y fortaleza mental ante esta dolorosa e irreparable pérdida”.
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