Las cintas amarillas de la Policía que rodean un barrio de 12.000 habitantes, declarado en cuarentena, ilustran por sí solas un repunte de los casos de COVID-19 en Cuba, que sin embargo continúa siendo un país aventajado en la lucha contra la crisis sanitaria en América Latina.
“Tenemos muchos casos dentro del cuadrante que se cerró y para evitar la propagación, no se deja ni entrar ni salir a ninguna persona”, explica a la agencia AFP Yamilet Gutiérrez, provista de una mascarilla de tela y encargada junto con un militar de bloquear una bocacalle.
En el corazón de la capital, Los Sitios es uno de los barrios más populares de Centro Habana, el municipio de mayor densidad de población de la nación con 150.000 personas en 3,4 kilómetros cuadrados, a las que hay que sumar otras 150.000 que acuden cada día para trabajar o hacer compras
Cuna del autor de la famosa Guantanamera, Joseíto Fernández, Los Sitios tiene 12.000 habitantes. Por sus calles de inmuebles ruinosos se suele apreciar un constante ir y venir de personas, pues los cubanos deben salir casi todos los días para comprar alimentos, en una isla con filas interminables.
Pero ahora “hemos tomado varias medidas para que las personas no salgan de su casa” y tenemos “mensajeros que son los que se dedican a hacer los mandados, de la leche, de los alimentos básicos”, asegura Gutiérrez
Frank Soto, un investigador de 30 años, se resigna a la nueva situación del barrio: “la zona está cerrada desde hace casi una semana” y “deben ser por lo menos 14 días de aislamiento”.
Pero “era necesario porque también, como es una zona muy habitada, es muy normal que las personas se muevan. Y si las personas se mueven mucho, el virus tiene mayores probabilidades de diseminarse”, razona.
Atrás quedaron los días en que Cuba parecía haber controlado brillantemente la pandemia, y reportaba unas pocas decenas de casos diarios.
Ese escenario cambió con la apertura de fronteras a inicios de noviembre y el arribo masivo de visitantes desde el exterior, sobre todo de cubano-americanos que llegaron para visitar a sus familias durante las fiestas navideñas.
El último miércoles, la isla de 11,2 millones de habitantes reportó 893 nuevos casos, elevando el total a 29.529, con 220 fallecidos.
Aunque estas cifras todavía son bajas en comparación con el resto del continente, resultan preocupantes en un país bajo un estricto embargo de Estados Unidos y donde la escasez de alimentos y medicinas es recurrente.
Es una “situación muy compleja”, reconoció el jefe del departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud, Francisco Durán, que cada día actualiza la cifras en televisión.
Para Durán, las cifras muestran “la severidad del proceso epidémico que estamos enfrentando, y que cada vez más requiere de una participación activa y autorresponsable de nuestra población”.
Las proyecciones de la Universidad de La Habana prevén un pico de unos 1.600 casos diarios a comienzos de marzo.
“Ahora los casos aumentan en todas las partes del mundo y es normal” que Cuba no escape, expresa con resignación Arnaldo Coro, de 26 años, mientras hace la fila en una panadería del barrio del Vedado.
Y admite que la apertura de fronteras fue algo necesario. “El país vive del turismo. ¿Qué quieres que haga? No hay dinero para comprar comida afuera, así que la situación está en jaque”. El estado importa el 80% de lo que consume.
Para contener esta segunda ola, la isla adoptó recientemente nuevas medidas como el cierre de escuelas, restaurantes, bares y playas, así como la suspensión del transporte público en las noches.
A partir del sábado, todo el que ingrese al territorio caribeño tendrá que cumplir una cuarentena en un hotel o un centro de aislamiento, tras someterse a un primer test de PCR en el aeropuerto, seguido de un segundo cinco días después.
Pero evitar las colas resulta difícil. En el Vedado, Rebeca Luis, de 49 años, lleva tres horas esperando frente a un supermercado.
En Cuba, “tienes horario de salida (para hacer compras), pero no sabes a qué hora vas a regresar, porque siempre hay colas en todas las tiendas”, explica esta madre de tres hijos, que también debe buscar comida para su nieto.