Hay un precedente político, un hito para la ciencia —aunque polémico— y un mensaje de victoria en el reciente anuncio de Vladimir Putin, presidente de Rusia, en torno a la vacuna contra el coronavirus. La bautizó como Sputnik V, como un guiño al primer satélite artificial de la historia lanzado por la Unión Soviética.
Y no es casualidad. Con ello, “Putin ha hecho lo que la federación constitucional logró en la carrera espacial: llegar primero. Las potencias ya no están buscando un territorio ni quién conquista el espacio. (La competencia) se ha trasladado a una probabilidad médica: quién controla la pandemia”, dice a La República el internacionalista Ramiro Escobar. “Y Putin ha jugado una arriesgada carta con el propósito de decir: ‘llegué primero, gané’”.
De hecho, esa osadía ha caracterizado a su Gobierno: el gobernante hizo que “Rusia nuevamente tenga un papel expectante dentro de la dinámica del poder en más alto nivel y la salvó”, comenta Óscar Vidarte, profesor asociado de la PUCP.
“Recordemos que durante los noventas, ese país vivió una debacle. En la década siguiente a la caída del comunismo, la Unión Soviética pasó de una superpotencia a una crisis terrible. Y a Putin, que llega al poder a finales de esa década, se le reconoce haberla recuperado”.
De modo que el anuncio de la vacuna rusa significa también una “continuidad” de ese proceso: el mandatario ruso se jacta de su hazaña aunque el mundo reacciona con escepticismo y prudencia en un momento en que la COVID-19 reaparece en Nueva Zelanda luego de tres meses, se agrava en España y ya ha infectado a más de 20 millones de personas.
Una ampolla de la vacuna rusa contra el coronavirus en la sala de un hospital militar de Moscú. Foto: Ministerio de Defensa de Rusia / Sputnik.
“Es decir, Vladimir Putin quiere evidenciar que Rusia, a pesar de sus limitaciones, es capaz de competir con potencias. Cuando uno escuchaba vacunas —sigue Vidarte— aparecía China, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania. Nadie mencionaba a Rusia”.
“Esto es interesante porque cambia las claves de la acción política mundial a una frecuencia inesperada, diría yo”, opina, por su parte, Ramiro Escobar. “Así que Putin quiere hacer de Rusia un país poderoso como lo era la Unión Soviética. En varios escenarios trata de demostrarlo: un país que quiere pisar fuerte y, por eso, ha marcado la historia del mundo”.
Exespía autoritario, vertical, poco propenso al respeto de las libertades. Como llegó al poder desde la oscuridad, Putin ha creado su propia mitología: ha comunicado directamente al mundo lo que quiere que se sepa de él, y cómo le gustaría que lo vieran.
“En todo momento, ha tratado de resaltar mucho el pasado glorioso de Rusia, no el comunista, sino el de finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Él se construye sobre esta tradición. Cuando lo interpretan como aliado de los países que se acercan más a la izquierda progresista, creo que hay un error: Vladimir Putin es conservador, poco liberal, muy represivo”, detalla Óscar Vidarte.
Y es, por su puesto, “un líder que hasta los sectores de izquierda ven como atractivo por su sentimiento contra Estados Unidos”. Un sexagenario de temple y mirada robusta “en el que, sobre todo Trump, ve un ejemplo a seguir”.