AFP y EFE
El papa Francisco instó en su mensaje del domingo de Pascua a instaurar un “alto al fuego global e inmediato” para hacer frente a la pandemia del nuevo coronavirus y exhortó a reducir o anular la deuda de los países más pobres.
En un mundo “abrumado por la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba”, el Papa pidió “el contagio de la esperanza”, en un mensaje pronunciado en la basílica de San Pedro, totalmente vacía.
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El Papa propuso que “se relajen” las sanciones internacionales de los países afectados “y se afronten —por parte de todos las naciones— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”.
Francisco también reclamó un “alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo”.
“No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”, en directo.
El Papa habló entre otros de Yemen y Siria pero también de Irak, Líbano, del conflicto israelo-palestino, el del este de Ucrania o de “los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes” en África.
Dentro del mensaje del pontífice, la crisis en Venezuela también tuvo espacio. “Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas”, señaló.
Además, pidió que se “permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política y socioeconómica”.
“Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en los rincones del mundo”, aseveró.
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Francisco alzó la voz por “los vendedores ambulantes, los recicladores, los agricultores, etc.”, que “no tienen un salario estable para resistir este momento”, por lo que es “tiempo de pensar en un salario universal” que dignifi que las “nobles e insustituibles tareas que realizan” y haga realidad “esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.