Los seres humanos y los perros tienen algo en común: los celos. Esta respuesta emocional ha sido el objeto de estudio del doctor Alberto Tejeda Perea de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien puso de relieve que tanto las personas como los canes tienen las mismas estructuras fisiológicas y neurofísicas.
El especialista de la UNAM sostuvo la semejanza en las anatomías del amo y su mascota, sin embargo, manifestó que presentan una distribución disímil que les permite sentir las mismas emociones.
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Respecto al comportamiento del perro, el coordinador del hospital de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) precisó que el can es un lobo mentalmente inmaduro que presenta rasgos infantiles o juveniles.
Esta aseveración lo argumentó al explicar que la mascota pasó por un proceso de domesticación, de lobo a perro. Asimismo, indicó que el trasfondo del proceso de emociones del can versa sobre la supervivencia. Esta explicación implica que los lobos difícilmente aceptarían extraños.
La prueba de apego de Ainsworth –que generalmente se circunscribe en el comportamiento de los niños- fue aplicada a los canes. El resultado de este método logró determinar que los perros tienen un equivalente emocional-racional de un niño de tres o cuatro años.
El especialista mostró su preocupación respecto a los celos del perro. Según él, si el estado emocional negativo del can persiste, podría desencadenarse en un estado crónico de ansiedad.
Respecto a las habilidades de la mascota, Tejeda Perea destacó su naturaleza al interrelacionarse con los demás. “La ciencia ha comprobado que son capaces de interpretar las emociones, incluso identificar a gente que tiene malas intenciones contra ellos o sus dueños, tan solo por la actitud, tono de voz y lenguaje corporal”, sostuvo.