La Segunda Guerra Mundial, como todo conflicto, tiene sus secretos. Uno de ellos tiene que ver con las drogas que usaban los ejércitos para mantener a sus soldados en alerta y ‘dispuestos’ durante las interminables y sangrientas batallas. Sin embargo, no se tomaban en cuenta las graves consecuencias de consumir estos compuestos.
Después de iniciarse la guerra, a partir de 1940 el ejército nazi le suministró a sus soldados una metanfetamina llamada Pervitin, luego las tropas estadounidenses y británicas comenzaron a consumir la anfetamina Benzedrina, revelaron los especialistas en el documental Secrets of the Dead: World War Speed, emitido por el canal estadounidense PBS.
Ambas drogas afectan el sistema nervioso central, según datos de Instituto Nacional de Salud de EE. UU. (NIH). Inducen una sensación de euforia, aumentan el estado de alerta y disminuyen el apetito. Sin embargo, tienen una diferencia importante: la metanfetamina se mantiene más tiempo en el cerebro, causando un efecto más prolongado que otras anfetaminas y, por ende, más daño en el sistema nervioso central.
Tras varias décadas de haber concluido la Segunda Guerra Mundial, aún persiste el misterio de cómo se decidió distribuir estas ingentes cantidades de fármacos entre los soldados.
Pervitin, una forma de metanfetamina cristalina que fue distribuida a los soldados alemanos por oficiales médicos durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Thirteen Productions LLC.
En la década de 1930, antes de que inicie la Segunda Guerra Mundial, la metanfetamina Pervitin se comercializaba en Alemania como un estímulo recreativo. Además, los científicos experimentaban con la droga en estudiantes para saber cuánto tiempo permanecían despiertos sin disminuir su rendimiento en los exámenes, reveló a LiveScience el historiador de la Segunda Guerra Mundial James Holland.
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En 1940, la droga se había distribuido ampliamente entre los pilotos de la fuerza aérea nazi (Luftwaffe), quienes tenían que asumir largas misiones ininterrumpidas. Con Pervitin, incluso podían evitar el insomio y el hambre si sus aviones eran derribados, detalla Holland.
Ese año, Alemania llevó a cabo el Blitz, la implacable serie de bombardeos sobre Reino Unido.
El sostenido ritmo con que actuaban las tropas alemanas hacían sospechar a los británicos de una posible condición sobrehumana impulsada por drogas en los soldados. En tanto, los periódicos indicaron que se habían avistado paracaidistas alemanes “fuertemente drogados, intrépidos y enloquecidos”, describe Nicolas Rasmussen, profesor de la Escuela de Humanidades e Indiomas de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, en un informe publicado en The Journal of Interdisciptionary History.
Los británicos no se equivocaban. En el informe de Rasmussen se detalla que durante los tres meses del Blitz se enviaron alrededor de 35 millones de tabletas de Pervitin a tres millones de soldados, marineros y pilotos alemanes.
Paracaidistas alemanes durante el Blitz (1940). Foto: Difusión.
Después de que un avión alemán fue derribado, los agentes de inteligencia británicos descubrieron en su interior tabletas de Pervitin. Este hallazgo conllevó a que los altos mandos de Reino Unido decidieran copiar la ‘estrategia química’ del enemigo.
Eligieron la anfetamina Benzedrina en forma de tabletas e inhalantes. Si bien esta droga no era tan peligrosa como el Pervitin, tenía sus riesgos.
El benzedrine fue suministrado a los soldados aliados en tabletas e inhaladores. Foto: Thirteen Production LLC.
“Te impide dormir, pero no te impide sentirte fatigado. Tu cuerpo no tiene posibilidad de recuperarse de la fatiga que está sufriendo, por lo que llega un punto en el que dejas la droga y simplemente colapsas, no puedes funcionar”, explica Holland.
Luego, los estadounidenses acogieron el método de sus aliados y suministraron a sus soldados de medio millón de Benzedrina para una operación de guerra en el norte de África.
De esta manera, los generales aliados sometían a sus soldados a las diversas consecuencias de estos fármacos sin siquiera comprobar que aumentara el rendimiento en las personas.
Según Rasmussen, solo bastaba con saber que aumentaba la agresividad y la confianza en los soldados.
Se desconoce la cifra de soldados que, además del estrés postraumático de la guerra, sufrieron los síntomas de la adicción y la alteración del sistema nervioso central a causa de estas drogas.