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Sociedad

La asonada del fujimorismo fue para amordazar a la prensa libre

Para cumplir con el objetivo de destruir la democracia e instalar un gobierno autoritario y corrupto, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos sabían que debían silenciar a los medios de comunicación independientes.

La asonada del fujimorismo fue para amordazar a la prensa libre

Antes que terminara la noche del 5 de abril de 1992, el jefe de la patrulla del Ejército que ingresó por la fuerza en la redacción de La República, que llevaba un pasamontañas negro y portaba un fusil FAL en el hombro, expresó al gerente general de la empresa, Gustavo Mohme Seminario, su desacuerdo con los textos de la portada y de las páginas 2, 3 y 7.

–No se puede hablar de un "golpe de Estado" –le dijo, en tono marcial.

Gustavo Mohme, quien había logrado burlar el anillo de seguridad alrededor del periódico, ubicado en el jirón Camaná 320, a una cuadra de Palacio de Gobierno, no estaba dispuesto a rendirse.

–Ustedes tienen la fuerza para impedir que salga el periódico, o impedir que salga un artículo. Pero no tienen la fuerza necesaria para hacer que nosotros digamos lo que ustedes quieren que digamos –contestó Mohme al militar, quien no esperaba una respuesta tan determinante.

La puja duró un buen rato.

–Yo solo cumplo órdenes. Y las órdenes que me han dado es que en el periódico no salga la palabra “golpe de Estado” –reiteró el oficial del Ejército.

–Así que el periódico saldrá con las páginas en blanco –concluyó Gustavo Mohme.

La asonada del fujimorismo fue para amordazar a la prensa libre

El clima era tenso. En la redacción había furia contenida. Además, el local de la avenida Argentina donde se encontraban las impresoras de La República también estaba bajo control de los golpistas.

Al día siguiente circuló el diario con las páginas en blanco que graficaban que los golpistas fujimoristas odiaban las libertades de prensa y de expresión. Las páginas suprimidas con la información sobre el putsch de Fujimori y Montesinos darían la vuelta al mundo.

El operativo contra La República fue simultáneo en varios medios de comunicación. Los conspiradores pretendían silenciar a la prensa para que no difundieran los detalles de la destrucción de la democracia.

Las redacciones del diario El Comercio y la revista Caretas, de las agencias internacionales de noticias Associated Press, France Press y EFE, de los canales 2 (Frecuencia Latina), 4 (América Televisión) y 5 (Panamericana) y de la radioemisora Antena 1 fueron cercadas por patrullas y vehículos militares. La incursión incluyó a la impresa Labrusa, de donde salían las revistas Caretas y Sí, además de los periódicos El Nacional, Gestión, Ídolo y Onda, con la evidente intención de que no circularan.

Veinticinco años después, debe recordarse que los golpistas ordenaron expresamente la detención de periodistas como Gustavo Gorriti Ellenbogen, de la revista Caretas y corresponsal del diario español El País, el más importante de nuestro idioma. Se trataba de una venganza personal de Vladimiro Montesinos, ejecutada con la anuencia de Alberto Fujimori. Gorriti había desenmascarado las actividades ilegales de Montesinos. Por la detención y secuestro de Gorriti, Fujimori ha sido condenado a 25 años de cárcel. Quizás se trate del único ex jefe del Estado en el mundo que ha recibido semejante sanción por atentar contra un periodista.

La asonada del fujimorismo fue para amordazar a la prensa libre

Gorriti recordó:

Ese domingo 5 de abril yo sabía que algo iba a pasar porque fuentes de Inteligencia me lo habían informado. Vi que había vigilancia sobre mi casa. Por la noche, ya tenía varios planes de contingencia ante la posibilidad de un peligro, y había hablado con (el director de Caretas) Enrique Zileri sobre cómo proceder en caso de que uno de los dos estuviera en peligro. Como a las tres de la mañana (del lunes 6 de abril) sonó el timbre de mi casa. Varios tipos ya se encontraban en el jardín de mi casa con fusiles, avanzando con las armas en alto y la cara descubierta. Entraron como 10 personas con metralletas con silenciador. Me pidieron que los acompañara y me avisaron que si no obedecía, tenían otros 'métodos'. También tomaron mi computadora, y lamenté no haberla destruido antes. Me despedí de mi esposa y me fui con ellos. Me subieron a una camioneta Cherokee nueva, de las donadas por la CIA al Servicio de Inteligencia Nacional. Debo haber llegado a las 4.30 de la mañana al Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). Me tuvieron en un cuarto pequeño. Esa madrugada hablé con un oficial que me reconoció en medio de la oscuridad total:

Doctor Gorriti, ¿qué hace usted aquí? –me preguntó.

–¿Por qué no le pregunta a Vladimiro Montesinos? –le respondí.

En el juego de la vida

Gorriti esperaba lo peor. Sabía que era incómodo para Fujimori y especialmente para su "Rasputín", el capitán expulsado del Ejército Vladimiro Montesinos.

Prosiguió:

Decidí rechazar la comida y no dar la clave de mi computadora. Dormí lo menos posible y llegaron a interrogarme, tal como lo esperaba. Sabía que las primeras 72 horas de mi desaparición eran cruciales.

Pasó el día. Dormía por ratos. En la madrugada (del martes 7) llegó un oficial con tres guardaespaldas armados y me pidió que lo acompañara. “¿A dónde?”, pregunté. “Usted no se preocupe”, respondió. Yo imaginé que iríamos a un lugar siniestro, pero nos fuimos hacia la avenida España, en el Centro de Lima. Para mi sorpresa, entramos en el local que compartían la Dircote y Seguridad del Estado. Me devolvieron mis cosas y me di cuenta de que me estaban transfiriendo a la Policía. Pasé como detenido y eso significó que iba a vivir. Me mandaron a un calabozo, donde estaban un grupo de periodistas de la radio Antena 1, y el guardaespaldas del senador Raúl Ferrero.

El gobierno pensó que mi secuestro, al ser un evento de madrugada y en medio del golpe, pasaría desapercibido, pero les reventó en la cara y se les fue de las manos. Fujimori fue quien decidió que me tenían que dejar libre. La prensa local estaba luchando contra la censura y trataba de recuperar las salas de redacción. La República, El Comercio, Caretas, Antena 1 estaban tomadas. Fue la prensa internacional la que contó los hechos y fue decisiva.

La directora de la radioemisora Antena 1, Cecilia Laca Sánchez, se enfrentó a los golpistas que primero la instaron a pasar música en lugar de noticias. Como se negó, aparecieron varios efectivos que con sus armas acallaron la cobertura sobre la asonada de Fujimori y Montesinos. Varios de los reporteros de Antena 1 que estaban en la calle reporteando fueron arrestados y enviados a Seguridad del Estado. A ese lugar siniestro también fue enviado Gustavo Gorriti.

Recuerdo que venía de la playa y prendí la radio y escuché el mensaje de Fujimori, entonces fui a la radio y les dije a los compañeros de trabajo que había que sacar las unidades móviles porque ya teníamos conocimiento de que estaban interviniendo al presidente del Congreso y a otras autoridades. Teníamos la obligación de informar lo que estaba pasando en el país en ese momento. Algo que recuerdo es a los periodistas que tenían día libre y que fueron a la radio por iniciativa propia para ver de qué manera podían ayudar. También empezamos a chequear a los otros medios. Las radioemisoras estaban transmitiendo música y los canales ponían el Chavo del 8, así que nosotros decidimos seguir adelante. Alrededor de la una de la mañana recibí una llamada de un militar que nos pidió que por “seguridad de la ciudadanía” cerráramos la transmisión o pusiéramos música porque al día siguiente el presidente Fujimori iba a explicar. Yo le contesté que nuestra misión era informar y que los micrófonos estaban abiertos para que hable el presidente.

Prensa encañonada

Cecilia Laca no estaba dispuesta a rendirse. Sabía perfectamente que su misión era informar, aunque eso significase la eventualidad de perder la vida en el intento. Relató:

Éramos la única emisora que transmitía lo que estaba pasando en la calle. Minutos después llegaron los militares a la radio preguntando por la directora y exigiendo que cerráramos el local. En ese momento el programa estaba a cargo de César Lévano, Reynaldo Aragón y Pedro Salinas. Se acercaron a los controles y amenazando con las pistolas exigieron a los periodistas que terminaran la transmisión o ellos iban a cortar los cables. Yo que sabía que los militares se cuadran ante los símbolos patrios, pedí que pusieran el himno nacional, lo que me dio tiempo de ir hasta la cabina para informar que en ese momento estábamos siendo intervenidos por los militares.

Para el ideólogo del golpe de Estado del 5 de abril de 1992, Vladimiro Montesinos, era clave controlar a los medios de comunicación con el propósito de instalar el nuevo gobierno presidido por Alberto Fujimori. En el "vladivideo" N° 1788, precisamente, Montesinos se refirió a dicho concepto: "La acción política si no tiene correlato en los medios de comunicación, no va".

Sin el sometimiento de la prensa, Fujimori era poco probable que ganara las sucesivas elecciones que siguieron a la asonada cívico-militar: "Para manejar una elección tenemos que tener el control de los medios de comunicación", afirma el asesor de Fujimori en el "vladivideo" N° 1736.

Con la anuencia de Fujimori, llevó a la práctica su pensamiento de someter a los medios para alcanzar los objetivos políticos del gobierno. Algo que practicó tenazmente después del 5 de abril de 1992, como lo menciona en el "vladivideo" N° 1792: "Todos (los dueños de los canales) están alineados ya. Todos están con papel firmado, toda la vaina. Les hemos hecho firmar papeles y todo. Acá nos estamos jugando una cosa seria. Están todos, todos alineaditos. Todos los días yo tengo reunión a las 12 y media del día con ellos, acá (en el SIN), y a las 12 y media planificamos lo que sale en el noticiero de la noche".

Todo eso se cumplió después del 5 de abril de 1992. El fujimorismo, por intermedio de Montesinos, aplicó diversos medios para someter a la prensa.

En Seguridad del Estado recalaron otros reporteros que les tocó trabajar la noche del golpe de Estado, como Maritza Montes Tello, que entonces laboraba en el diario Súper Ídolo.

Ella recordó:

Estábamos entrevistando a Mercedes Cabanillas que en ese entonces era congresista, cuando bajaron de un portatropas los militares y nos llevaron a todos. Primero sacaron a los periodistas de una radio (Antena 1) y luego nos detuvieron junto a mí y mi gráfico. En total fueron detenidos 12 periodistas que fuimos subidos al portatropas y nos llevaron a dar vueltas. Por más que nos habíamos identificado como prensa no servía de nada, los militares tenían el control absoluto. Terminamos detenidos tres días en Seguridad del Estado que en ese entonces era la Prefectura y al bajar nos empujaron, nos golpearon y no teníamos forma de avisar a nuestros medios porque nos habían incautado las grabadoras y los walkie-talkies. Ya encerrados éramos conscientes de la magnitud del hecho pero no podíamos reclamar a nadie.

La corresponsal de la cadena Univisión María Luisa Martínez salió hacia el Centro de Lima para informar sobre los hechos. De inmediato constató que la prensa había sido amordazada por los conjurados. Testimonió:

Ese día estaba junto a Gilberto Hume, camarógrafo que tenía por costumbre usar un escáner. Antes del anuncio del golpe, Gilberto escuchó movidas extrañas a través del escáner y salimos rumbo al Centro de Lima, donde encontramos las primeras barricadas de los militares. Todo el Centro estaba tomado. Todos los medios tuvieron interventores. Pero en ese momento no medí el riesgo. Recuerdo claramente la escena que se dio en la puerta del Colegio de Abogados, donde los soldados dispararon, ya que no estaban preparados para lidiar con la prensa. Los medios de comunicación realizaron una cobertura muy pobre a nivel local, y entonces los medios extranjeros jugaron un papel importante. Le mostramos al mundo lo que estaba pasando en el Perú, pese a que Fujimori trató de ocultarlo.

Es de una u otra manera la misma idea del proyecto de ley del fujimorismo para amedrentar a la prensa. Se inscribe en la lógica de Montesinos: "La acción política si no tiene correlato en los medios de comunicación, no va". Por eso, 5 de abril nunca más.

25 años después, por Gustavo Mohme Seminario, director de La República

Una cálida noche a inicios del 2007 brindaba con un grupo de amigos en mi natal Piura. El relevo del General de División encargado de la Región norte durante el último año nos congregaba en su casa. Tras un entusiasta “salud” norteño miro al anfitrión a los ojos y un vendaval me lleva al 5 de abril de 1992. Y hablaron mis recuerdos. "Tú fuiste el jefe del comando que tomó La República esa noche", expresé impulsivamente. "Sí, asintió el General, yo fui, cumplía órdenes", agregó. Y regresé al 5 de abril de 1992 mientras Alberto Fujimori leía en la televisión nacional “Disolver, disolver el Congreso"… dando inicio a uno de los regímenes más corruptos de la historia. Llamé a mi padre y tras una breve conversación enrumbé hacia el diario mientras él se reunía con congresistas para enfrentar el golpe de Estado. Superar los tres anillos de seguridad que se iniciaban en Palacio de Justicia no fue fácil. El diario está a dos cuadras de Palacio de Gobierno, pero logré finalmente llegar. El panorama era indignamente sombrío. Un destacamento de soldados armados con fusiles rondaba el acceso y patrullaba la redacción mientras los periodistas escribían frenéticos  estimulados por la adrenalina del momento. En su oficina, nuestro director, Alejandro Sakuda, ya discutía con el novel oficial a cargo, quien hablaba resguardado por dos soldados con fusil al hombro.“Pueden publicar todo lo que deseen pero no pueden poner la palabra golpe”, alcancé a escuchar decir al oficial antes de identificarme y pedirle que se retiraran los soldados pues nosotros no portábamos armas. Accedió el oficial, dando paso a una larga discusión. Tienen la fuerza para impedir que salga el diario pero no la tienen para obligarnos a escribir lo que ustedes quieran fue nuestra firme y serena respuesta. Casi al filo de la medianoche, tras salir en varias ocasiones a consultar con sus superiores y de insistir vanamente en que cambiemos la redacción, les quedó claro que nuestra postura era inamovible. No accederíamos a que corrijan las notas. Nuestra discusión interna acerca de si no circulaba el diario al día siguiente en señal de protesta dio paso a la idea de Papá Mohme de sacar en blanco las notas censuradas. Era lo mejor que podíamos hacer en esas circunstancias, concluimos. Finalmente las plumas de los periodistas del diario se impusieron a los fusiles. Mortificados, los usurpadores entendieron que era el único desenlace posible y lo aceptaron. La impronta se forjó, entonces, entre férreos periodistas amenazados por fusiles. La edición que republicamos hoy día es un homenaje a ellos. Y desde luego a Gustavo Mohme Llona , inspirador de la gesta que se plasmó en aquella edición histórica del 6 de abril de 1992.Agotados por la jornada tuvimos un último diálogo con el militar. La historia los juzgará por esto, le reproché mientras lo miraba fijamente a los ojos.  Era lo único visible tras el pasamontañas negro que cubría su rostro y los de su tropa. Solo cumplo órdenes, respondió, en tanto esa imagen quedaba grabada en forma perenne en mis recuerdos. Aquel fortuito encuentro 15 años después encendió esa imagen y  permitió reafirmar que estábamos en el lugar correcto de la historia.

La asonada del fujimorismo fue para amordazar a la prensa libre

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