En medio de la crisis social y política, las artes escénicas buscan dar un respiro. De jueves a domingo se presenta la obra El mueble, protagonizada y dirigida por Cécica Bernasconi y David Carrillo. La actriz y artista plástica nos habla del teatro a partir de la pandemia. “El viaje ha sido muy duro y no solo para el Teatro de Lucía, sino para todos. Para el arte fue terrible. Imaginen tener su casa cerrada”, nos comenta camino a la sala teatral de su familia.
—Carrillo dijo que volver a actuar era más especial al ver a Lucía Irurita en cada función. Le recordaba lo que era el espíritu del teatro. ¿Coincides?
—Sí, ese es el espíritu del teatro, pero desgraciadamente ese espíritu se está perdiendo con esa generación ¿Sabes? Era gente que vivía por el teatro y para el teatro, hacían de todo: cosían, ayudaban en la escenografía, participaban en todo. Hoy no lo veo, salvo en la gente que ha convivido con esa generación.
—¿A qué responde?
—Ahora el actor joven llega y se sienta, solamente va a hacer su ensayo y ¡chau! Si hay que jalar algo —yo lo he visto—, ni se inmutan. Nosotras (con Sandra, su hermana) ya estamos grandes, no somos jóvenes, aunque uno se sienta de 15 (se ríe), y tenemos otra formación. Esa educación de hacer de todo hasta ahora… Y agota.
—¿Pero eso no le ha dado identidad a tu teatro?
—Eso espero (sonríe).
—Varios directores señalan eso. ¿Es difícil defenderlo?
—Claro, a cada rato. Te cansa ir en contra de todo. A veces dices: “Ya esto de amor al arte no, hasta aquí llego”. Todo parte de la educación en nuestro país. No hay un interés muy grande hacia la cultura en general y eso viene desde que naces. He invitado a mucha gente que nunca ha ido al teatro, pero no vienen.
—¿Qué podría ser una solución?
—Ponerlo en la currícula de todos los colegios del Perú, hasta el último rinconcito. ¿Por qué no se hace? Por mantener en la ignorancia. Siempre se ha dicho eso, es real. No quisiera meterme en política. Todos los independientes estamos luchando, nos quedamos así, ‘sálvese quien pueda y como pueda’. Son el Gobierno y la empresa privada los que deberían levantar esto.
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—Estar en el escenario les cambia el panorama, ¿no?
—Por supuesto. El teatro para mí es una gran terapia. Es que no siento el tiempo. Entonces, puedo llegar deprimida, mal, pero hago mi función, me olvido del mundo y salgo renovada y soy otra.
—Y es lo que debería suceder en el espectador…
—Esperemos que se pueda, ¿no? Según la obra (se ríe). Hay que decir la verdad. A veces ves doble y triple. Pero es una terapia el teatro y hacer esta obra en particular, porque se trata de una pareja. Ella quería algo y él otra cosa, y así llevan 25 años casados. Todos hemos tenido pareja y eso te ha pasado, es inevitable.
—Prefieres no hablar de política, pero tuiteas a pesar de que al sector lo suelen agredir.
—Una vez me han dicho de todo, pero no hago caso. Parece que Twitter está para que todos saquen su rabia y algunos son contratados. Se nos juntan muchas cosas a los peruanos, la pandemia y los malos gobiernos. Estamos retrocediendo. El peruano ya no es muy amable, pero hay que entender. Salimos del terrorismo, la pobreza, los gobiernos corruptos… Sí, pues, estamos cansados.
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—¿Qué significa construir teatro en Perú?
—Hacer teatro en Perú es un acto de rebeldía, de supervivencia, y es un esfuerzo tremendamente grande que no sé si a la larga, en el balance, vale la pena. ¿Si transforma a la gente? Sí, lo hace y eso es maravilloso. Eso lo logra un buen teatro.